09/09/2020
 Actualizado a 09/09/2020
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Esperar en el banco. Muchas veces hemos estado sentados, inquietos, esperando a la novia cuando la puntualidad se dilataba. En San Francisco, Papalaguinda o la plaza de San Marcelo, donde los viejos ven pasar ante ellos la vida de la ciudad.

Ahora, los que maquianan son los otros bancos. Los del dinero. Nuestros dineros. Bajo una apariencia de modernidad y confianza, nos atenazan con sus dictaduras y veleidades. De hecho todos nuestros pasos y movimientos: impuestos, nómina o pensión, multas, deudas... son controlados por el tráfico bancario, dejando de paso unas pequeñas mordidas, eufemísticamente llamadas ‘comisión’. Poca cosa dicen, pero imprescindibles para mantener la institución, a falta de rendimiento.

Mayores atropellos hemos soportado. Como aquello de las ‘preferentes’ que nos vendían los duros a cuatro pesetas y una palmada en la espalda. Una estafa que dio lugar a la proliferación de bufetes de abogados para intentar que los incautos recuperaran los cuartos.

Hoy, han vuelto a dar la campanada, con la fusión de Bankia y la Caixa. Tan de tapadillo que ni los Podemitas se enteraron (mejor miraban para España que para Venezuela e Irán). Es su problema. Los que sí se enteraron, hicieron buen negocio bursátil, comprando las acciones de Bankia. De modo que esta última institución, a la que financiamos los españolitos, con nuestro dinero –mediante el gobierno– se va sin pagar la deuda aunque, dinero había, para robar y defraudar con las tarjetas ‘negras’.

De momento, se trata de una buena inyección para Cataluña y los separatistas, aunque éstos quizá recelen de una mayor dependencia econonómica del Estado. Una de las consecuencias para el usuario serán las complicaciones para hacer gestiones y, más graves aún, el despido de miles de trabajadores, de momento, y más, cuando las otras fusiones pendientes se materialicen. Incierto futuro.

Una duda me asalta: quién pagará los despidos. De hacerlo el gobierno será a costa de empobrecimiento de los ciudadanos. De hacerlo los bancos, sufriremos su política. En cualquier caso, que no sea como lo de Francisco Fernández –alias Paco Raquetas– que se fue de una caja en ruinas con medio millón de euros bajo el brazo a fondo perdido.

Lo inconcebible está servido.
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