A ciencia o a tradición

28/12/2018
 Actualizado a 04/09/2019
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Cuando Chilo, que vivía solo en casa, dejaba de hacer solitarios en el bar para ir a cenar siempre avisaba a los presentes de sus intenciones, día por día, con la misma expresión: «a ver qué me cocino».

– ¿Qué posibilidades tienes?

– La clave está en la elección, ¿me hago la cena a mano o la hago a máquina?

– ¿Qué diferencia hay?

– A mano corto chorizo; a máquina abro una lata de mejillones con el abrelatas.

Siempre hay un dilema. Pero también puede haber un mixto, unas raspas de chorizo y una latina de mejillones, que es lo que técnicamente llamarían en la Capital Española de la Gastronomía «fusión o maridaje».

Lo mismo ocurre en el bar de Siero de la Reina. No hace falta el nombre, es el que hay y «da gracias» ¿Cómo se calienta el local en un pueblo donde caen unas heladas que los pájaros salen a volar por la mañana como los aviones, con las alas fijas, hasta que el calor de sol les permite ir moviéndolas y volar ya por su cuenta?

Pues a mano o a maquina. O lo que es lo mismo, con ciencia o con tradición. O con maridaje de ambas, sacando la chimenea de las dos al mismo tubo.

¿Que la mañana se presenta heladora? Pues tiras de ciencia, desde la cama, con el móvil pones en marcha la estufa de pellets, que arranque y temple el ambiente para que no se le acartonen los labios a los primeros clientes. Y ya después, a una hora prudente, pues se va encendiendo la estufa calefactora con todos sus ritos: sacar la ceniza, echar unos periódicos (¿quién dijo que la prensa de papel no tiene futuro?), unas tablillas finas de las jaulas de la fruta, leña menuda, leña gorda en sucesivas capas... y ¡¡¡fuego!!!

Ya está la jornada en marcha. A máquina y a mano.
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