javier fernandez

¡A buenas horas!

12/04/2023
 Actualizado a 12/04/2023
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El pasado lunes, la Ponferradina emitió un comunicado oficial en el que anunciaba la destitución de David Gallego, un entrenador que se mostró incapaz de conseguir que la plantilla blanquiazul comenzara a funcionar en busca de una salvación que, con el paso de cada semana, adquiría un menor porcentaje de probabilidad. Atendiendo a las cifras, el catalán únicamente consiguió tres victorias en 19 partidos y sólo logró que sus chicos marcaran gol en ocho de ellos. A todas luces, unos datos inadmisibles para cualquier entidad de fútbol profesional. Pero es que si nos vamos a las sensaciones que dejaba el equipo sobre el verde, salvo contadas excepciones, se veía una plantilla atada de manos y obsesionada con dejar la portería a cero y no arriesgar lo más mínimo en ataque. Tanto es así, que los jugadores incluso se olvidaron de cómo hacer daño por la falta de práctica.

La sustitución que realizó Gallego el pasado domingo contra el Leganés en el minuto 29 retirando a Nwakali, uno de los jugadores con más calidad técnica de la plantilla, por Diéguez, un defensa central que el propio técnico ha reconvertido en medio centro, ya indica por sí mismo los límites que alcanzaba la aguja del ‘cagómetro’, un aparato que estaba más próximo a reventar que un polígrafo conectado a cualquier buen hombre que ve la vida pasar en el Congreso de los Diputados. Y ojo, que estamos hablando de un partido en el que la victoria era más que obligatoria por la situación agónica que vive el club.

Por todo esto, mis preguntas son las siguientes: ¿Por qué este comunicado de destitución llega ahora y no hace un mes, cuando las sensaciones ya eran pésimas? ¿Por qué hubo que esperar a que la Ponferradina esté virtualmente descendida? ¿Todo ha sido por ahorrarse unos euros, mismo motivo por el que no se despidió a todo aquel que se debió despedir y no se fichó a todo aquel que se debió fichar para tratar de tapar el máximo número posible de agujeros en un barco que perdía agua por todas partes? Porque, de ser así, ahora mismo habrá unas monedas más en el saco, pero en unas semanas el castañazo va a dejar temblando todo El Toralín. El cirujano ha llegado a quirófano cuando el paciente ya no tiene pulso. Se le ha dejado morir. Seguramente ni con un desfibrilador pueda volver a la vida.
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