23/04/2020
 Actualizado a 23/04/2020
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Hoy, como cada 23 de abril, seis provincias de la comunidad celebran el Día de Villalar y nueve el del Libro. En uno de esos cartones cortados a pulso en los que se apuntaba el resultado del tute cuando todavía existían los bares estaría anotado un 6-9 para los buenos, suponiendo siempre que en ese bando estemos los de León. Y es que en un tiempo en el que coger un libro amenaza con convertirse en algo anacrónico, en algo tan poco frecuente como un español sin su título de epidemiólogo, queda justificado forzar titulares amarillistas para cualquier intento de alegato en favor de la lectura.

Al menos en los últimos años a.C. (antes del Covid-19), el desmesurado culto al cuerpo relegó al de la mente casi a la clandestinidad de todo aquello que se encuentra extramuros del postureo. Demasiados se comenzaron a avergonzar de su figura y excesivamente pocos de su cerebro. Así, se hizo habitual escuchar lo de «parece que has cogido unos kilos ¡Deberías salir a correr!» e imposible aquello otro de «oye, últimamente te veo bastante imbécil ¡Tendrías que leer este libro!».

Una recomendación que debería rescatarse para el nuevo mundo d.C. ya que con la imbecilidad ocurre parecido que con los positivos asintomáticos del coronavirus: uno no se entera de que lo padece pero es peligroso para el resto. Que sirvan como prueba las ‘fake news’ y los ‘cuñadismos’ varios que se viralizan estas semanas. Los libros no moldean necesariamente personas mejores ni más inteligentes, asegurar lo contrario sería caer en una desacertada pedantería, pero sí más libres. Ante las evidentes amenazas a la libertad, su tinta se levanta en armas ‘cargadas de futuro’.

La cuarentena es la inmejorable excusa para sacar a los libros del ‘atrezzo’ doméstico y saltarse el estado de alarma a través de la literatura, la aerolínea ‘low cost’ que permite volar más lejos de cuantas han sido creadas por el hombre. Aquella con la que se pueden recorrer 20.000 leguas de viaje submarino sin salir de la habitación, pasar cinco horas con un tal Mario o cucear un diario que lleva la firma de Ana Frank. Libros para justificar en la historia el 6-9 de la partida de hoy, descubrir por quién están doblando las campanas o simplemente para seguir confinado... pero en la casa de Bernarda Alba.
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