30 años echándole un pulso al machismo

La Asociación Leonesa Simone de Beauvoir cumple tres décadas con la protección a las víctimas de violencia de género por bandera y luchando por la igualdad

Cristina Centeno
05/11/2017
 Actualizado a 14/09/2019
Conchi Unanue, Isabel Álvarez, Rosa San Martín (arriba), Encina Gutiérrez, Juana Llamazares y Susi Blanco (abajo), en el centro de día de la Asociación. | DANIEL MARTÍN
Conchi Unanue, Isabel Álvarez, Rosa San Martín (arriba), Encina Gutiérrez, Juana Llamazares y Susi Blanco (abajo), en el centro de día de la Asociación. | DANIEL MARTÍN
Hace treinta años no existían las estadísticas de violencia de género, las mujeres no tenían ningún derecho en esta materia y el maltrato era una cuestión correspondiente al ámbito privado. Si alguna víctima se atrevía a denunciar a su agresor, tenía que asumir los costes de un abogado porque no tenía derecho a defensa al ser demandante y, en muchas ocasiones, acababa volviendo al lado del agresor. La violencia de género era un problema completamente invisibilizado y pertenecía al ámbito privado, por lo que la sociedad no estaba sensibilizada y, por supuesto, la víctima no tenía ningún tipo de protección legal.

La asociación fue pionera en León en tener una casa de acogida para mujeres víctimasEntonces, era necesario atender a estas mujeres, que necesitaban abandonar sus casas y, en definitiva, poner distancia de por medio con su agresor para salir de la situación de violencia a la que se veían sometidas. En este punto, en el año 1987, nació la Asociación Leonesa Simone de Beauvoir, que hace tres décadas fue pionera en poner en marcha en León una casa refugio para mujeres maltratadas, como comenzó a llamarse este recurso. Entonces, la situación era «muy dura», lo que no quiere decir que ahora no lo sea, llegaban mujeres sobre todo del ámbito rural y el trabajo era intenso. Lo asegura la nueva presidenta de Simone de Beauvoir, Rosa San Martín, acompañada de mujeres que forman parte de la asociación. Por aquel entonces, el recurso era «modesto» y la situación tremendamente difícil, «no había leyes que apararan a las mujeres» por lo que las labores de protección se complicaban. En ese piso comenzó a trabajar Susi Blanco, hoy en día la trabajadora que más tiempo lleva en esta asociación, 27 años.

En la actualidad, Simone de Beauvoir, que nació a raíz de la asociación feminista Flora Tristán, tiene dos pisos unidos con sitio para seis núcleos familiares –de mujeres víctimas con sus hijos, hasta un total de 17 plazas– en un lugar que se mantiene en secreto para no poner en riesgo a las víctimas que allí se refugian. Nunca ha estado lleno, confiesa Susi, porque «la convivencia es complicada». Hoy en día, esta casa de acogida está dentro de la red de la Junta de Castilla y León y la asociación cuenta con otros dos recursos: un centro de día para menores situado en la calle Astorga –en la que están hijos de mujeres víctimas pero también otros menores derivados de diferentes servicios que se encuentran en situación del vulnerabilidad– y otro centro de día en Arquitecto Torbado para mujeres víctimas donde se organizan talleres de todo tipo, atención legal, psicológica, diferentes terapias...

Hay muchas víctimas que han pasado y «muchas que han salido adelante», el principal objetivo de estos recursos de la asociación. Aunque reconocen que, por desgracias, las hay que con el tiempo vuelven e, incluso y tristemente, vuelven sus hijas.

Hoy en día tienen tres recursos: casa, centro de día para mujeres y centro de día para menoresEn estos 30 años de vida y de lucha la asociación suma más de 4.000 personas atendidas entre mujeres, menores y familiares de víctimas. Además de la casa de acogida, cada año pasan por su sede en Arquitecto Torbado unas 150 mujeres que buscan una mano que tomar para salir adelante y por el centro de día para menores cerca de 60. En el último, ofrecen a los niños y niñas apoyo escolar, merienda y diferentes talleres, además del cuidado conjunto de un huerto ecológico.

El equipo de la Asociación Leonesa Simone de Beuvoir –a la que ha dado nombre una feminista francesa– está formado por seis trabajadoras a las que se suman una psicóloga y una abogada de forma puntual.

Reivindicando la igualdad

Pero estas luchadoras no solo trabajan en los recursos de la asociación, si no que tienen una importante tarea reivindicativa. Forman parte de la Plataforma contra la Violencia de Género de León, participan en los Lunes sin Sol, y están dentro del Consejo de la Mujer del Ayuntamiento de León, entre otras acciones.

En materia de igualdad, el avance de estos treinta años de intenso trabajo contra la violencia de género ha tenido sus frutos y de ser algo perteneciente al ámbito privado ha pasado a ser un problema de carácter público, «un punto de inflexión», como asegura Encina Gutiérrez, vicepresidenta de la asociación, que ha llevado a un marco legal en el que se protege a las mujeres víctimas. Aun así, reclaman que muchas de estas leyes no se doten de los recursos suficientes para que lleguen a aplicarse, «una ley es de obligado cumplimiento y no se están aplicando», protesta, afirmando que «la falta de confianza en las instituciones y sobre todo en la Justicia» hace que haya mujeres víctimas que no nunca lleguen a denunciar.

Reconocen que el marco legal de protección, que las estadísticas existan y que la violencia de género sea una cuestión pública ha ayudado mucho, llegando a formar un pacto de Estado, aunque van a más, «debería llegar a ser una cuestión de Estado», reclama Rosa San Martín.

Pese a que esa protección está ahí, «queda mucho por hacer» y es algo que no erradica el problema de fondo, que es de carácter estructural. «Las leyes no han trasformado la estructura de la sociedad en la que vivimos», explica Encina, «ni en lo cultural, ni en lo educativo... se sigue educando en los mismos estereotipos incluso también en los medios», por lo que «mientras no haya igualdad real seguirá habiendo violencia».

Por esto el principal pilar ideológico de Simone de Beauvoir es el feminismo, porque están convencidas de que mientras haya desigualdad entre hombres y mujeres no se va a lograr erradicar la violencia de género, porque es «donde está la clave», explica la vicepresidenta.

Pero la estructura social sigue siendo desigual, «el patriarcado se está rearmando» con argumentos como las denuncias falsas, explica Susi Blanco, y es como «volver a empezar». También se educa en los mismo estereotipos, «a las mujeres se nos sigue colocando en los mismos oficios, en la misma imagen de cuidado y dedicación mientras que a los hombres se les inculca la virilidad y el triunfo exterior», denuncia Encina. Y precisamente en la educación –ellas dan charlas en ocasiones en institutos a jóvenes aunque no sea su principal función– hay otro ‘foco’ de violencia machista, porque «no existe una verdadera educación afectivo sexual en las aulas», asegura Rosa San Martín. Entre los jóvenes, que tienen nuevas herramientas con las que ejercer la violencia sobre las mujeres como las redes sociales, se repiten patrones como reflejar las conductas del núcleo familiar–aunque cada vez hay menos de estos casos– o repetir modelos muy negativos porque para ellos «la violencia está sobrevalorada y la ven como algo normal».

También quieren dejar claro que el hecho de que ahora las víctimas aparezcan, se visibilice el problema y la sociedad pueda llegar a ponerles cara y conocer su historia no significa que ahora haya más violencia que antes, si no que hace años no se contaba.

Eso sí, mientras no llegue esa igualdad por la que tanto luchan, el paso previo para acabar con la violencia de género, la función de la asociación seguirá teniendo sentido.
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