22/04/2015
 Actualizado a 16/09/2019
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Mañana es día no laborable y… oye, bienvenido sea. Pero, más allá de conmemorarse San Jorge o el Día Internacional de Libro, en León de festivo –en el sentido literal de la palabra– no tiene nada. Vamos, que el día de Castilla y León podrá ser muchas cosas, pero no una fiesta. ¿O tú encuentras algo que celebrar?

El 23 de abril es un día –eso sí– reivindicativo; una fecha en la que seguir luchando contra este sinsentido de autonomía; una jornada en la que insistir, una vez más, en que juntar León y Castilla no es sino mezclar agua y aceite. Lo peor de todo es que –estoy convencido– todos lo sabemos: los leoneses –por descontado– y los castellanos; y, sobre todo, aquellos que, sean de donde sean, se empeñan en mantener unido este ‘invento’.

Si echas la vista atrás, recordarás que Castilla y León nació en contra de la voluntad de los leoneses. Alrededor de noventa mil personas salieron a la calle en 1984 –y mira que no somos dados a ello– para decir «no» a la incipiente comunidad autónoma. Pero a los responsables políticos del momento poco les importó. Allá ellos y sus conciencias… Desde entonces, ese sentimiento no ha cambiado. Quizás no haya ya movilizaciones de gente en la calle como las de entonces, ni se cuente con un poder político mayoritario; ni tampoco esté el tema en boca de todos día sí y día también. Vale. Pero el sentimiento –insisto– no ha cambiado, a pesar de que el tiempo haya ido haciendo mella en muchos leoneses.

El tiempo… y el continuo ‘bombardeo’ que la administración autonómica lleva haciendo desde hace ya treinta y dos años, intentando por todos los medios ‘convertirnos’ en ‘castellanosyleoneses’, o como quiera que se diga; que mira si es forzada la cosa, que ni siquiera sabe muy bien uno cómo llamar a los habitantes de este ente. No sé tú, pero yo no conozco a nadie que diga «soy de Castilla y León». En fin…

Mañana, pues, aquí no celebramos nada. Nada que no sea reafirmar nuestra condición de leoneses, una identidad propia forjada a lo largo de los siglos que nada tiene que ver con la castellana, por más que haya quien se empeñe en convencernos de lo contrario. Pues, mira… eso sí que no.
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