200 piezas más en el puzle de La Lastra

Tres nuevas promociones inmobiliarias reactivan la oferta de vivienda en el polígono

D.L.M.
24/10/2022
 Actualizado a 24/10/2022
El solar donde están proyectas las torres de Coesa y, al fondo, la obra de Villoria e Hijos. | JESÚS F. SALVADORES
El solar donde están proyectas las torres de Coesa y, al fondo, la obra de Villoria e Hijos. | JESÚS F. SALVADORES
El polígono de La Lastra, en el acceso sur a la ciudad de León, se abrió hace 15 años en una ampliación llamada a convertirse en una de las zonas residenciales más dinámicas de la capital leonesa, pretensiones que no se han cumplido hasta la fecha. La inauguración del sector urbano tuvo lugar en 2007, justo un año antes de que saltara por los aires la economía mundial con especial daño para el sector inmobiliario. La construcción se vino abajo con una crisis cuyas secuelas todavía son visibles. Por el camino se quedaron un centro comercial, un hotel emblemático o una ambiciosa sede de una sociedad empresarial ya desaparecida. El millón de metros cuadrados, los cien campos de fútbol de superficie ganados para la ciudad se convertían en metáfora del momento económico: Viales y aceras de dorado dinero público enmarcando activos tóxicos. Siete años después de la apertura del polígono, en 2014, el banco malo o Sareb (Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria constituida en 2012) sacaba a la venta algunas de esta parcelas por menos de la mitad de su valor inicial. La depreciación continuó, lo que unido a cierta recuperación del sector inmobiliario, favoreció que buena parte de esas parcelas se vendieran, aunque todavía queda superficie disponible en el catálogo del liquidador.

Entre 2008 y 2020 fueron escasas las obras en esta zona. En León, las constructoras, debilitadas y temerosas de nuevos golpes, se orientaron hacia la rehabilitación de fincas en la ciudad consolidada y aparcaron las grandes promociones de viviendas. En esta década, los cuellos de jirafa de las grúas asomaban tímidamente por La Lastra y se fue consolidando entre muchos vecinos la sensación de que vivían en un lugar que no era lo que iba a ser. El histórico, reducido y depauperado vecindario original —la cuadrícula alrededor del eje de la calle Juan de Malinas— tenía más vida con infinitamente menos dinero. Ni siquiera la sede del actual Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe) —inaugurado en 2008 como Inteco— lograba animar unas calles sin apenas establecimientos comerciales. De hecho, muchos empleados del flamante cuartel de la ciberseguridad española cruzaban y siguen cruzando al barrio vecino de la Comandancia de la Guardia Civil para comer en sus tradicionales bodeguillas, tabernas y ultramarinos.

Tampoco di un gran impulso la apertura del Centro de Recursos Pilar Vállez para la atención a personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) en la última parcela de la esquina suroeste del plano.

Fuentes apagadas, zonas verdes descuidadas, hierbas entre los adoquines y cientos de plazas de aparcamientos vacías. El paisaje resultante, grandes espacios abiertos con zonas peatonales y un aire fantasmal, propició la popularización del enclave como lugar preferente para el esparcimientorestringido de miles de leoneses durante el confinamiento por la pandemia de coronavirus. La toxicidad económica transformada en higiene biológica.

Con la remisión de la crisis del covid,cuando el dinero embolsado volvió a fluir, aumentó la demanda y creció la confianza empresarial, las constructoras retomaron aquellas promociones. Los meses de cuarentena impulsaron el mercado inmobiliario, favorecido por los bajos tipos de interés y las expectativas crecientes. Así, la percusión de las grandes excavadoras retornó a los escenarios del Campus de Vegazana, La Granja - La Torre, Santa Ana y La Lastra.

Faltan casi 3.000 viviendas


La ampliación de la avenida José Aguado es el eje sobre el que pivota la nueva oferta de viviendas y ocio. Al final del vial está la rotonda que conecta los tres brazos de la ‘Y’que distribuye el tráfico hacia el centro de la ciudad, la salida al sur y Puente Castro. Detrás de esta rotonda se ultima la construcción del centro comercial de Oalma con 18.000 metros cuadrados para comercios, restauración o gimnasio.

Antes de la rotonda, en la manzana colindante a la del Incibe, ya están en marcha las obras para un inmueble de 42 viviendas y en la otra acera, entre dos de las tres torres ya existentes, Coesa proyecta otras dos torres en un proyecto que ha denominado Páter. A espaldas del Incibe, en la calle 8 de Marzo, Geoxa arma un bloque de 55 viviendas para Arqura Homes. Alrededor de 200 nuevas viviendas, que todavía no logran acercar la ocupación del espacio a las cotas previstas. Los dos centenares de nuevos pisos se sumarán a las aproximadamente 1.600 viviendas construidas hasta el 2019, que dejan lejos las 4.627 viviendas que permite desarrollar el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) para hacer de estas calles el polígono diseñado en plena burbuja inmobiliaria. Dicho de otra forma, al puzle le faltan 3.000 piezas para ofrecer la imagen que sale en la caja. Esos 3.000 felpudos que esperan para dar la bienvenida a las visitas contrastan con los 8.000 espacios para urnas que dispone el columbario de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario entre Miguel Castaño y Juan Pablo II.

La Lastra no está muerta. El pulso es débil, pero el hormigón sigue llegando a este talón de la ciudad. Está en redacción el proyecto para la construcción de un nuevo centro para la unidad de valoración y atención a personas con discapacidad de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades de la Junta de Castilla y León, que se ubicará en una parcela de 5.300 metros cuadrados cedida por el ayuntamiento, en la mismamanzana del Centro Pilar Vallez.

Con todo ello, a corto plazo no se esperan multitudes en La Lastra —salvo un indeseado nuevo confinamiento que la recupere como ‘paseódromo’—, pero cada paso puede dar un poco más de aliento a un barrio que muestra su vida y su futuro cada tarde en el parque del Incibe. El griterío de esos niños es un canto de esperanza en el habitual silencio sepulcral de un polígono al que le faltan 3.000 viviendas.
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