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15 de noviembre

30/10/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Esa es la cita de las leonesas y de los leoneses. Y no creo que sea una cita cualquiera. Tras décadas de promesas y propaganda, en las que el decrecimiento económico, la desindustrialización, el exilio por la falta de oportunidades y trabajo, y el despoblamiento de nuestra tierra lo han protagonizado todo, es posible que estemos muy cerca del punto de no retorno. Por ello, no podemos esperar ya a otras citas.

La frustración de todas y todos es algo que nadie puede negar. La sensación de vivir cubiertos sobre un enorme manto de silencio sobre el destino al que se nos aboca no ayuda. Es habitual escuchar conversaciones en tertulias familiares o de bar en las que se afirma que León solo sale en los telediarios con asesinatos, corrupciones y bagatelas de ‘celebrities’. Ni siquiera las nevadas, que suelen condicionar nuestro día a día, aíslan pueblos y dificultan la circulación en las carreteras, se convierten en noticia si no afectan a otras regiones. Por ello hay quien piensa, acogotado por el pesimismo que gobierna nuestro presente, que salir a la calle, manifestarse, protestar por las injustas políticas que nos rigen, no sirve de nada. Piensan que el manto de silencio también cubrirá esas voces.

Somos una tierra que ha llegado tarde a muchos momentos de la historia de España, qué decir de la mundial. Por ello, por nuestra descorazonada ceguera, hay quien es incapaz de darse cuenta que el mundo ha cambiado y que hoy, con la infinita potencialidad de la información que corre por las redes, es difícil ponerle puertas al campo.

Visibilizar la insatisfacción de las leonesas y leoneses es uno de los objetivos de la manifestación convocada para el día 15 de noviembre. ¿De verdad se puede asegurar que una protesta colectiva masiva podrá ser invisibilizada? ¿De verdad podemos pensar que nuestros gobernantes no se sentirán presionados y que el resto de España podrán obviar que las últimas décadas han sido una orgía de desigualdad, desequilibrio territorial e insolidaridad?

Tal vez comprendan que, pese a todo, y como decía Labordeta «somos como esos viejos árboles...».
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