06/03/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Apaga uno la luz, una noche cualquiera, y se dispone a dormir, sin atisbar en el aire aromas que hagan presagiar revolución cercana y al día siguiente despierta con la noticia de que una juez ha prohibido la caza en Castilla y León. El titular es impactante e imagino a la juez como uno de esos personajes fabulosos que pueblan las novelas del realismo mágico, en las que es difícil diferenciar la realidad de la magia, la vigilia del sueño, pues todo se trasmuta al contacto con la fiebre y las palabras.

Los poderosos conocen del poder de las palabras, al poder ejecutivo me refiero, no de aquel otro que revela y convence. Va el caudillo por la calle señalando edificios con el dedo: Exprópiense. Y se expropian. Los gorriones son una de las cuatro plagas –sentencia el líder–: extermínense. Y vemos a chinos en blanco y negro tocando cacerolas y sartenes para no dejar que los pajarillos se posen y mueran de cansancio. Pero todo poder tiene sus límites, también el de las palabras, y si no que le pregunten al comandante que quiso crear minivacas, para que todos los cubanos tuvieran leche fresca en casa, pero sus científicos fracasaron. Aunque quizás fue un adelantado.

Conscientes de este poder de la palabra, los animalistas, aquellos que han trufado con ideología el amor a los animales –y se sabe que la ideología provoca más delirios que la fiebre y tiende a la tiranía, igual que la cabra tira al monte– quieren cambiar algunos refranes, por considerarlos ofensivos para nuestras hermanas las bestias. No les parece bien «coger el toro por los cuernos» y proponen sustituirlo por: «Coger la flor por las espinas». Francamente, no acabo de ver la analogía entre ambas expresiones. Quien coge el toro por los cuernos tiene el coraje para hacerse señor de su destino. Y ya dijo Borges que el destino es un camello ciego, pues «es fuerte y es torpe, es inocente y es también inhumano».

Siendo esta una de las metáforas más hermosas y certeras, capaz de revelar el sentido del destino, sin embargo, puede haber quien la considere una afrenta a nuestros hermanos los camellos. Habrá que revisar a Borges y corregirlo. Me temo que también tendré que dejar de citar uno de mis refranes favoritos: «Caga más un buey que cien gorriones».

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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