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1º de Pandemia

09/09/2020
 Actualizado a 09/09/2020
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La llegada de la mascarilla obligatoria a toda España elevó más si cabe la capacidad de cada españolito de a pie para buscarse excusas para no ponérsela siempre. Y mira que, al margen de esos pocos pero ruidosos negacionistas, todo el mundo tiene claro que la salud está en juego y cualquiera puede infectarse en el sitio más inesperado.

Por eso debería ser extraño que, ya acostumbrados a llevarla nada más salir a la calle, haya quien se enfada porque se le recrimina que hable sin ella puesta ante un desconocido. Y más que haya quien ataca a dos policías por precisamente eso, obligarles a ponérsela, más teniendo en cuenta que puede acarrear multa.

Son las excusas que cada uno busca para no hacer caso a lo que, básicamente, busca el bien particular y el general. Este verano pude comprobar cómo había decenas de españoles que paseaban tranquilamente por Coimbra sin la mascarilla, puesto que en Portugal no era obligatoria si se estaba en espacios abiertos, por más que la zona universitaria no tuviera excesiva aglomeración de visitantes o las estrechas calles de la ciudad lusa tuvieran en cada rincón un restaurante con su terraza.

Ahora la duda que me queda es saber si vamos a ser capaces de encerrarnos en casa de nuevo si el Gobierno central o la Junta de Castilla y León así nos lo exige ante una oleada de casos mucho más abrupta que la que se está viviendo desde mediados de agosto.

¿Dónde quedarán esos aplausos a los sanitarios, a los que tanto admirábamos pero ahora poco recordamos cuando incumplimos las normas básicas que hemos aprendido desde marzo? ¿No es también de 1º de Pandemia tener claro que cuanto más nos expongamos sin mascarilla y en lugares cerrados más fácil es contagiarse si hay alguien al lado que tiene el virus?

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