31/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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León es una ciudad que acoge, por mucho que digan de la frialdad de sus habitantes, y que enseña otro modo de vida a los que no somos de aquí. Hace dos meses que comenzó mi andanza por esta tierra y todas las palabras que escriba serán pocas para explicar todo lo que ha cambiado en mi vida este verano.

Recuerdo que llegué a León con dos maletas, un bolso y la bandolera en la que guardo el portátil. Con todo lo que llevaba conmigo, fui recorriendo las calles de la ciudad que sería mi hogar este verano. Una de las primeras cosas que llamó mi atención fue la estatua de la plaza de Guzmán el Bueno que «señala las afueras de la ciudad» porque, como todos los leoneses saben, «si no te gusta León, ahí tienes la estación». Pero yo en ningún momento me plantee dejar de lado toda esta aventura. Y la llamo así porque significaba independizarme, irme de mi ciudad y comenzar mi primer trabajo en una redacción.

No puedo negar que la primera semana fue «relativamente dura» y estaba un poco perdida en todos los ámbitos, pero rápidamente me adapté a todos los cambios cual camaleón a su entorno.

Poco a poco, entre reportajes, noticias, ruedas de prensa, entrevistas... se han ido pasando estos dos meses. Sin duda alguna, ha sido uno de los veranos más extraños y reconfortantes al mismo tiempo de toda mi vida y si tuviera que resumirlo en una palabra sería «aprendizaje» a nivel personal y profesional.

En esta aventura por tierras leonesas, me he conocido a mí misma y he descubierto facetas que ignoraba, pero también en dos meses he aprendido infinitamente más que en los dos años que llevo de carrera. Ah, y no os hacéis tampoco una idea de todo lo que me han enseñado y me llevo de todas y cada una de las personas que conforman este diario.

Cuando lean estas líneas, yo ya estaré en mi tierra disfrutando de familiares y amigos y acostumbrándome nuevamente a coger la Renfe y el Metro todos los días, al igual que a respirar ese aire contaminado que tenemos en Madrid.

Podría terminar esto con un «no es un adiós, es un hasta pronto» y ñoñerías varias, pero prefiero hacer una despedida ‘a la leonesa’ y decir que yo marcho.
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