Yeray en el silencio de un coche de juguete

El abuelo del niño que levantara a un Bierzo solidario para intentar rescatarle de un tumor que finalmente le secuestró, publica su cuarto libro

Mar Iglesias
09/12/2019
 Actualizado a 09/12/2019
Garrido lleva cuatro publicaciones inspiradas por su nieto. | M.I.
Garrido lleva cuatro publicaciones inspiradas por su nieto. | M.I.
Los niños olvidados de Dios, Donde tu voz me lleve y La alargada sombra de tu sonrisa dan paso ahora a El silencio del otro lado, el cuarto libro que Juan Manuel Garrido escribe con los ojos de Yeray como cabecera.Fue su fallecimiento lo que movió la pluma del abuelo hace cuatro años, un año después de la pérdida del pequeño, que movilizó la solidaridad berciana para conseguir que recibiera un tratamiento para el cáncer que padecía y que finalmente no pudo superar.

Yeray tenía 5 años y su estela se quedó para siempre en su abuelo, aunque Garrido asegura que, poco a poco, ha ido encontrando su hueco, primero desde la rabia y el rencor y después desde la calma y la felicidad de haberlo tenido entre los brazos esos escasos años. De él le queda un cochecito azul que siempre lleva en el bolsillo y un recuerdo intenso, pero sobre todo las enseñanzas y reflexiones que supera mediante la escritura y un empuje solidario que mantiene.

De hecho desde su primera publicación en 2016, la recaudación de sus libros va destinada a la asociación VOI, Voz Oncológica Infantil que cuenta con 60 socios y ayuda a niños en la misma situación de Yeray. En concreto Garrido ha establecido una estrecha relación con Iván, un niño que tiene un año más de los que tendría Yeray y que, poco a poco y gracias a tratamientos que ha recibido en EEUU, ha conseguido superar un tumor que parecía sentenciarle, un ganglioma anaplástico con el que convive desde que tenía seis meses.

Los resultados de esos esfuerzos solidarios para con Iván han hecho que Garrido defienda «un activismo solidario como solución de lo que pasa en el mundo», y esa lucha es la que le mueve a seguir escribiendo y también componiendo canciones.
Garrido se mantiene en pie tras el dolor imposible de la pérdida de Yeray. Es «el eco que no cesa» como titula uno de sus capítulos y la reflexión que hace su padre, David, sobre la belleza de las mañanas que no puede calar en un corazón encallado en los por qués.

Garrido ha encontrado un hueco por el que dar sentido a lo que no lo tiene y lo expone en uno de los pasajes de su libro «no pretendo ser el ganador ni tampoco el vencido. Se trata, simplemente de aniquilar todo atisbo de vanidad, soberbia, avaricia, para seguir siendo yo mismo con la feliz idea de que sea la edad la que me coloque en el lugar que me corresponda, sin dejar de luchar, eso sí, el resto de lo que me quede por vivir para mantener vivas mis ansias, radiantes de solidaridad».Con ese encaje se queda el abuelo Garrido, mientras sigue escribiendo, y acaricia un coche de juguete.
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