Imagen Juan María García Campal

‘Yayosables’ en mi puente

09/12/2020
 Actualizado a 09/12/2020
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Extraño puente este en que, por algunas –solo algunas– de las circunstancias reinantes, me sentí llevado a un mohíno túnel del tiempo. Y miren que guardo alegres y agradecidos corredores vitales que jovialmente transito llevado por mis mejores memorias.

Y es que, aun teniendo escrito que, «Como apasionado amante de la vida/ hablo mucho con la muerte», que «Para amar con pasión la vida,/ creo no se debe temer ni aborrecer/ del trance culminante a la hacedora» e, inspirado en ellos, mucho he cavilado a lo largo de esta larga partida de ruleta rusa que es la pandemia, amén de los puntuales y cercanos azares de la vida que al real y definitivo tránsito me acercan, muchos años hace que no pensaba en el último acto vital que es la muerte, motivado por los que, como homenaje a mis coetáneos ‘yayoflautas’, he dado en llamar ‘yayosables’, aun exija hacerlo a ventana abierta para ventilar el hedor a rancia naftalina que desprenden. Esos deleznables supuestos servidores públicos a los que en su día hemos confiado el patrimonio público de las armas porque constitucionalmente (art. 104) «bajo la dependencia del Gobierno, tienen como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana» y ahora resulta que se calientan y mentalmente pajean con antidemocráticas y anticonstitucionales ensoñaciones tipo «no queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta» que escribió letra a letra, odio a odio el exgeneral Francisco Beca. Despreciable e incivil ¿patriotismo? el que en tal deseo manifiesta uno y siguen otros exmilitares. ¿He de ser compatriota de tales sujetos? ¡Válgame dios! ¿Cómo no hacerse túnel el puente en el que, con más pena y asco que miedo, por momentos uno ha pensado –no me engaño– qué puesto ocuparía en esa funesta y calculada lista junto a otros 25.999.999 conciudadanos asesinables según su patrioterismo?

Es reconociéndome comunista en el sentido escuchado a don José Saramago en Jerez de la Frontera, allá por 2001, que él llamaba hormonal y yo digo neuronal –si levanto la vista y miro el estado del mundo, mi cerebro me habla de comunismo– y teniendo presente a Sartre, en su ‘El hombre está condenado a ser libre’, cómo escribo este artículo, constatando cómo, cual enseñó Winston Churchill: que «los fascistas del futuro se llamarían a sí mismos antifascistas».

Mas no todo fue túnel de pena y asco. Más gocé de lecturas y películas. Eso sí, echando de menos ver ‘El discurso del rey’.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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