Y tras el silencio, el aplauso

El trío musical ocupa esta sección porque forman parte de ese futuro de mujeres que buscan tener presente el arte en sus vidas profesionales

Mercedes G. Rojo
21/04/2020
 Actualizado a 21/04/2020
El trío Silencio en una actuación. | NEMONIO
El trío Silencio en una actuación. | NEMONIO
«La música es básica para un ser humano, y es capaz de controlar todo tipo de sentimientos que llevemos dentro».  (Julia, violinista)
 
 «Me gustaría hacer llegar a la gente el poder que tiene la música no comercial, y lo felices que pueden llegar a ser gracias a ella». (Lucía, pianista)  

«Me da mucha pena que el arte en general esté menos valorado que las ciencias y las letras cuando (es) imprescindible en nuestras vidas». (Andrea, intérprete de oboe)

Son tres, violín, oboe y teclado, instrumentos tras los que se esconden tres jóvenes intérpretes que sueñan con dedicarse algún día profesionalmente a la música. Son Julia Menéndez Alonso (2002),  Andrea López Ripoll (2003) y Lucía González Redondo (2003), tres jóvenes leonesas que se hacen llamar ‘El trío Silencio’ tal vez en amable insinuación al que el público ha de guardar para dar paso a su actuación, tal vez al que logran arrancar cada vez que hacen sonar una de las piezas de su repertorio.

Compaginan sus estudios de 1º y 2º  de Bachiller con 5ª y 6º de Profesional en el conservatorio de León y ya va para año y medio que el trío realiza actuaciones musicales en diversos ámbitos, aunque antes Julia (violín) y Andrea (oboe) lo hicieron como dúo con el mismo nombre, un proyecto que surgió de la ilusión de hacer cosas diferentes, de enfrentarse al público y compartir experiencias entre ellas.

Hoy ocupan esta sección porque forman parte de ese futuro de mujeres que buscan tener presente el arte en sus vidas profesionales. Las tres coinciden que llegar hasta aquí no ha sido fácil, muchos años de combinar horas de escuela con las horas de Conservatorio, más las horas añadidas de todo el tiempo que a una y a otro hay que dedicar en casa, horas robadas muchas veces al descanso o al tiempo libre;  mientras otros compañeros empleaban el tiempo en tareas de ocio, ellas (como otros tantos alumnos de música) tenían que sacar horas extra para continuar adelante con su formación musical. A pesar de los momentos de agobio sufridos en ocasiones, reconocen que al final todo se puede compaginar adaptándose desde un principio a una rutina sin la cual no sería posible, y que sin duda el resultado merece la pena porque su paso por el Conservatorio les permite disfrutar de aspectos a los que de otro modo tal vez nunca tuvieran acceso. A ello hay que añadir las horas de estudio y ensayo extra para poder actuar con el trío.

Como todos los estudiantes de esta etapa, ellas están pasando una cuarentena complicada, pues a la incertidumbre de lo que va a pasar con los cursos, incluso con el acceso a la universidad en el caso de Julia, se une el hecho de que en algunos casos han visto incluso triplicado el trabajo: hay que asistir a clases on-line, grabar vídeos, realizar tareas extra… Consideran que en algún área es difícil avanzar en este sentido y se adaptan como pueden. Además en la práctica musical el trabajo ha de seguir continuo y no se puede bajar la guardia aunque haya momentos en que la motivación se tambalee. Por otro lado, consideran la importancia de la música en la gestión diaria de este aislamiento que estamos viviendo, bien porque personalmente les sirve como vía de escape, como liberación de las tensiones acumuladas, bien porque -tal como se está demostrando estos días- nos une como sociedad y nos hace las situaciones difíciles más amenas y llevaderas.

A lo largo de su aún corta vida como intérpretes, tras haber tenido que superar en algunos casos lo que llamamos «miedo escénico», todas las horas de ensayo y muchas veces la frustración de que las piezas no salgan como quieres o que no se perciba todo el trabajo que hay detrás de las mismas, El trío Silencio es cada vez más habitual en los ámbitos artísticos leoneses, a veces en conciertos propios y otras muchas en colaboraciones en las que también hay presentes otras artes, especialmente la literatura. Y aunque también tienen alguna que otra mala experiencia, como su primer concierto en un restaurante (para una cena de San Valentín) en la que en varios aspectos no fueron muy bien tratadas, en general consideran que el público de León es un público atento y respetuoso, y esperan que cada vez sean más y más las personas que se acerquen en especial a la música clásica, sobre todo la gente joven.

Escogen su repertorio equilibrando sus gustos personales con lo que creen que le puede gustar a los distintos tipos de público al que se enfrentan, un repertorio variado sobre interpretaciones de música clásica, arreglos de canciones y piezas pertenecientes a bandas sonoras, todo con la intención de «transmitir sensaciones al público de la manera más cercana posible», en un intento de poder hacer sentir al público lo que este les hace sentir a ellas cuando tocan.

Julia, Andrea y Lucía, (que también gustan de practicar otras disciplinas artísticas como la danza, la literatura, la videocreación, algunas artes plásticas o la fotografía, según los casos) sueñan con un futuro profesionalmente ligado a lo musical: con  conciertos como solistas o con orquestas por todo el mundo, con la oportunidad de llegar a dirigir un musical, convertirse en reconocidas compositoras o llegar a dirigir una orquesta, sueños que -como pueden ver- van mucho más allá de la práctica de su propio instrumento. Y es que las tres creen que los caminos del arte son muy amplios y que todos ellos se cruzan y se enriquecen. Ahora toca esperar lo que el futuro y su esfuerzo les depara. Mucho ánimo.  
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