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Y España dijo que no

14/01/2022
 Actualizado a 14/01/2022
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Las industrias, los coches, las calefacciones y hasta las vacas están emponzoñando el aire. La producción de CO2 lleva una línea de constante aumento y hay que tomar medidas. Manos a la obra.

Lo malo es que, miramos el panorama mundial de producción del tan traído y llevado CO2, y, la verdad, uno empieza pensar que vana es nuestra fe.

Los mayores consumidores del mundo de energía son, por este orden, China, USA e India. Evidentemente los mayores consumidores de energía son los mayores productores de CO2.

Ellos tres, claro, producen más del 50 % del CO2 del mundo. Los siguientes, Rusia, Japón, Corea y Alemania, por este orden, son, más o menos el 14 %. España, no llega al 1 %.

De cuáles son las fuentes de producción de la India ni idea, aunque lo supongo. No tengo las de China, pero es igual, porque tampoco nos las íbamos a creer. Pero sí tengo delante las de los USA: las renovables suponen un 12 %, el gas natural el 34 %, gasóleo y similares otro tanto, carbón el 10 % y nucleares, esto no me lo esperaba, el 9 %. Como se ve el 85 % de la producción de energía es por combustiones diversas, o, lo que es lo mismo, CO2 a todo pasto.

Por aquí, por Europa, sabemos que Alemania sigue quemando carbón, además de gas, Francia tiene la mayor red de centrales nucleares del mundo. Y nosotros con estos pelos.

Por supuesto, China, Usa e India no se adhieren a ningún pacto para reducir, de verdad, lo que ahora se llama la huella del carbono. Les va la vida en el asunto. Además de que mandan mucho.

Y aquí estamos nosotros, peleando por ello, David contra Goliat.

La Comunidad Económica Europea se puso al frente de la lucha por la reducción del CO2 y nosotros, por supuesto, como el que más. Lo verde es lo bueno (claro que sí). Hay que cargarse el carbón, el gasóleo, el gas, las nucleares. Solamente renovables y ecológicas. Sin más.

Lo malo es que, muchas veces nuestros deseos chocan lamentablemente con la realidad, que es que, para empezar, los ciclos de producción las solares y eólicas no tienen nada que ver con los del consumo. Que no hay manera de almacenar la producción de aquellas en los momentos de exceso y que las centrales que no dependen ni del viento ni del sol nos las hemos ya cargado o nos las vamos a cargar.

Y no solamente aquí, donde habitualmente, lo he escrito muchas veces, no tenemos término medio, porque o vamos en la procesión cantando enfervorecidos por delante del cura, o lo hacemos detrás de él dándole cristazos, pero nunca comedidos y a la par. Es que Europa ha hecho lo mismo, hala, a producir muy limpio y ya.

Y ahora, claro, Europa empieza a pensar que, a lo mejor, quizás, hay que templar gaitas y plantearnos que este proceso ha de llevar un ritmo, porque, si no, se nos va a atragantar, porque lo estamos pagando muy caro y porque, mientras los mayores productores del mundo no den su brazo a torcer, mucho me temo que mal lo vamos a arreglar.

Así que Alemania nos dice que el gas es verde (cayendo en manos de Rusia, su mayor suministrador), y Francia que va a ampliar su red de centrales nucleares. No están de acuerdo entre sí, pero lo están en que esto hay que mesurarlo, porque, si no, Europa se va a pegar una galleta de campeonato.

¿Y nosotros? Pues España ha dicho que no. Bueno, en realidad el Gobierno de España, porque España, lo que se dice España, no ha dicho nada. Y ya me gustaría que lo dijera, aunque eso, precisamente eso, pasaría por algo así como una consulta, forma eufemística de decir referéndum, o referendo, que también se dice y es menos latinajo. Claro que mencionar esa palabreja, aquí y ahora, es algo así como mencionar al diablo.

A otros eso no los asusta. Por ejemplo los suizos, que son bastante ‘estirados’ y ‘pluscuamperfectos’, motivos ambos por los que me caen bastante gordos como conjunto de país (y tengo estupendos amigos suizos), pero que están acostumbrados a votar consultas de todo tipo, y esto sí que es algo por lo que me dan envidia.

Porque me gustaría saber si esto de la sostenibilidad y ecología justifica así, de golpe y porrazo, que ojito a los filetes de ternera, el azúcar es malísimo, el pescado que no se pesque, los coches de gasoil (y de gasolina, de paso) tienen los días contados, la energía nuclear, la más barata, no (aunque tenemos a Francia llena a tope y más que va a estar, mientras les compramos la electricidad precio de platino, que es más caro que el oro). De la electricidad qué voy a decir, o de los combustibles ídem de ídem, la inflación por las nubes y la capacidad adquisitiva por los suelos.

Y no digo que debamos olvidarnos de ser sostenibles. Digo que debemos llegar a ello con planes a medio y largo plazo, ordenando el camino, que para eso tenemos un Ministerio de Transición Ecológica. Aunque, tal como se está llevando la cosa, más bien se le podría llamar Ministerio de Imposición Ecológica. Me viene ahora a la memoria la conversación con un amigo, hoy fallecido, ingeniero de montes y muy ligado a esto de la naturaleza, que un día me dijo: «ecología sí, por supuesto, pero antes la del señor de la boina».
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