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Y aún más sobre las tres beatas maragatas

11/06/2021
 Actualizado a 11/06/2021
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En primer lugar aprovecho para enviar públicamente mis saludos cordiales y reconocimiento a doña Mercedes Unzueta Gullón, por su revisión a algunos puntuales errores cometidos en mi artículo del día 6 del corriente mes sobre el caso de las tres enfermeras astorganas asesinadas en el Puerto de Somiedo. Estoy muy de acuerdo con ella en que cualquier investigación se ha de evidenciar no bebiendo tan solo de una única fuente. Ello no quiere decir que la fuente, en este caso la investigación de José Luis Alonso Marchante, esté equivocada en todo lo que fluye, más bien lo contrario, tras tener yo ahora una visión bastante más amplia que la que tenía cuando escribí el artículo. Ello no obsta para pedir disculpas por los posibles errores cometidos. Quien secunda errores también los comete.

Dicho esto, en mi articulo anterior decía, en sus últimas líneas, que para saber más sobre el tema había que leer el libro de doña Lala Isla ‘Las rendijas de la desmemoria’ (Lobo Sapiens, 2018), que puede tener errores, pero también aciertos. Así como otros datos extraídos de José Cabañas y de la propia doña Mercedes (página digital Astorga Redacción (2018), dicho sea de paso, sobrina de Pilar, una de las tres beatas asesinadas); escritos que he leído después de publicar mi artículo en este periódico. Es preciso decir, que doña Lala y doña Mercedes eran (no sé si siguen siéndolo) amigas y compañeras en la investigación sobre lo sucedido con las tres enfermeras. Lo cierto es que doña Mercedes, en su página digital, reprueba con severidad el libro de doña Lala, y nada dice, en la alusión crítica a mi artículo, de la entrevista que le hicieron en Asturias a Abelardo Fernández Arias, testigo presencial de los asesinatos de las tres jóvenes. Según este hombre ya nonagenario durante la entrevista, las tres enfermeras fueron, junto al médico, soldados y falangistas acompañantes, muertas a tiros por Milagros Valcarcel y otra miliciana al no recibir contestación la primera sobre quién había sido el autor de la muerte de su marido (Ignacio Menazas Santos, uno de los dos milicianos asesinados previamente en el Puerto de Somiedo por los golpistas, no a machetazos, como se dice erróneamente en mi artículo, sino también a tiros). Abelardo declaró a ambas, como absolutamente falso, que las tres jóvenes hubiesen sido torturadas, violadas y obligadas a adjurar de su religión para salvar la vida, terribles desmanes que han llevado a su beatificación

Por olvido no escribí en mi artículo del pasado 6 la confesión de un maestro de la zona de Babia que falleció (2011) a los 102 años. Esta persona era miembro de Adoración Nocturna, una institución nada sospechosa de ir contra la Iglesia. A un amigo mío le dijo que había conocido a las tres enfermeras bordando una bandera nacional en Torrebarrio, opinando sobre el martirilogio de las mismas como puro camelo.

Referente a lo que doña Mercedes dice respecto a mi alusión sobre el pequeño libro de Concha Espina ‘Princesas del martirio’, confunde ‘escribir’ por ‘publicar’. Yo digo en mi artículo, efectivamente, que la autora cántabra debió de escribirlo unos meses después del asesinato de las tres enfermeras, una vez que se supo que estaban muertas, y me ratifico en lo dicho. Una cosa es escribir y otra es publicar. El hecho de que el librillo se publicase en 1940, no quiere decir que se escribiese ese mismo año. Los libros se escriben poco o mucho antes de ser publicados y máxime cuando es un texto muy decantado a favor de los golpistas y hay una guerra por medio recién iniciada en la que no se sabe todavía quien va a ser el vencedor. Siempre hay que curarse en salud. Lo de que el librillo tuviese en cuenta la situación de su hijo Víctor de la Serna Espina, me parece muy convincente. Víctor estaba procesado por seguir la causa de Manuel Hedilla, condenado a muerte, además de otros procesados como Alcázar de Velasco, condenado a cadena perpetua, o determinados años de cárcel para algunos más, aunque todos ellos al término de la guerra fuesen indultados.

Y ya para finalizar y respecto a que el asunto de las tres enfermeras es algo que incumbe solo y exclusivamente a la Iglesia, lo siento, doña Mecedes, pero no estoy de acuerdo. A mí sí me molesta el obrar de la Iglesia, como la de cualquiera otra institución, sea religiosa, social, política, etc., que se pronuncie hacia sus devotos por razones muy particulares, pero que afectan a terceros, como es este caso. Estimo que a todo ciudadano, sea católico o no, deberían importarle los razonamientos justificativos por los cuales a determinadas personas se les puede considerar como siervos de Dios, venerables, beatos o santos, según las cuatro categorías consignadas por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Al fin y al cabo, no pretendí en mi artículo anterior–arrastrando con ello algunos puntuales errores debido entonces a un conocimiento menos amplio sobre el caso–otra cosa que la demostración de hechos más veraces y sólidos para que las personas puedan alcanzar el reino de los cielos.

Gracias a usted, doña Mercedes, sé un poco más sobre el asesinato de las tres beatas maragatas.
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