¿Y ahora qué hago paisano?

17/09/2020
 Actualizado a 17/09/2020
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Decía el sabio Paulino El manco, pastor de chozo y maestro de la caldereta, que «con buen mastín, no hay festín» (para el lobo claro)pero nunca se le olvidaba rematar «sin carea en el rebaño, nunca habrá buen año» (para el pastor, claro).

Todavía hace unos días pude ver dos escenas casi increíbles y seguidas, la primera de una niña de nueve años, Mar, y la segunda de una francesa, Marie, que jamás había visto un rebaño hasta que hace dos meses decidió hacerse pastora en la majada de Tronisco de los montes de Cofiñal.

Marie miraba feliz como, casi sin moverse, cientos de ovejas entraban en unos minutos en el corral. Tan solo tenía que animar a los careas a que hicieron su trabajo. Y al final de la faena la singular francesa sonreía feliz. «¡Qué listos son!», repetía.

A Mar le pidieron que se quedara un momento junto al rebaño que pastaba en la majada mientras bajaban a la caseta y regresaban. Nada más que se fueron la niña llamó a los careas, los azuzó primero y animó después. Y sin inmutarse, en chanclas, celebró ‘la envolvente’ de los careas, cerró la portilla y los llamó, para darles un beso, uno por uno.

Los eternos careas, perros de Aqueda o perro leonés de pastor, según el BOE, se fueron al lado de Mar y Marie y no paraban de dar vueltas, cuando ellas se sentaban los perros miraban como diciendo «¿y ahora qué hago?», siempre están mirando al pastor como preguntando ¿y ahora qué hago? y basta un silbido, un gesto, una palabra, una piedra que les señale el camino, es suficiente para que suban el telón de uno de los espectáculos más bellos de la naturaleza.

Y al finalizar preguntan, ¿y ahora qué hago?
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