15/01/2016
 Actualizado a 09/09/2019
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A todos nos aterra el futuro. ¿Qué haré con mi vida? ¿Será el/la definitiva? Algunas preguntas se responden mucho más fácilmente que otras -como la segunda, en mi caso-, pero nada ni nadie escapa de los sudores fríos cuando toca pensar en el mañana. La Deportiva tampoco.

Me gusta creer que para no equivocarse a la hora de tomar un camino conviene detenerse un instante y echar la vista atrás, ya saben, por aquello de no perder la perspectiva. Suele suceder en climas de euforia. En el conjunto berciano ha sucedido durante los últimos 18 meses -lo de la euforia, digo-. Es fácil acostumbrarse a vivir mirando hacia arriba, soñando con un ‘playoff’ que ha estado mucho más cerca de lo que cualquiera se hubiera atrevido a vaticinar antes del gol de Fran.

Ahora que el equipo se ha quedado algo descolgado de las seis primeras plazas, las dudas comienzan a ganar terreno. Es lógico e incluso positivo. ¿Qué se podría esperar de una afición que no se disgusta tras una derrota, que se conforma con lo conseguido? Ahora bien, conviene no confundir los deseos con la realidad. En este momento el sitio de la Ponferradina no está entre los seis primeros. Tampoco lo era en su día del Eibar o del Sporting, pero en ambos casos el ascenso fue una bendición, no una exigencia.

Entonces, ¿ahora qué? Seguir creciendo paso a paso. ¿Ambición? Sí, y prudencia. No todo pasa por mensajes grandilocuentes. La Ponferradina lo ha hecho a base de realidades: Un nuevo campo de entrenamiento, negociaciones con City o Zenit, jugadores internacionales... prueba de que el conjunto berciano está recortando distancias a nivel organizativo e institucional. Sobre el césped ya lo ha hecho. Lo seguirá haciendo. ¿La próxima parada? Montilivi. Toca levantarse. Ganar. Seguir haciendo historia.
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