Voces de humo

A través de este libro de cuentos, Pablo Andrés Escapa, nos hace vivir las historias del valle que cambió para siempre con la llegada del tren de Ponferrada a Villablino hace un siglo

Raquel de la Varga y Leticia Barrionuevo
11/07/2018
 Actualizado a 17/09/2019
Tren Ponfeblino rodeando el curso del Sil. | LUIS IGNACIO MARTÍNEZ CASADO
Tren Ponfeblino rodeando el curso del Sil. | LUIS IGNACIO MARTÍNEZ CASADO
El espacio en que habitamos se acaba convirtiendo en el espacio que nos habita. Pablo Andrés Escapa, natural de Villaseca de Laciana, no ha podido escapar a las voces que salen de las antiguas vías del tren que cambió la historia reciente del valle. Lo que otrora cubría el mar se convirtió en cama de animales y plantas que, descansando por el resto de los siglos, se volvieron oro negro. Ya en los inicios del siglo XX las autoridades nacionales sabían bien la riqueza mineral que escondían estas tierras, pero este tesoro no vale nada si no pasa cerca el tren. El año 1918, decisivo para la historia de Europa, lo fue también a otro nivel para la provincia de León: gracias al impulso de Francisco Cambó, el entonces ministro de Fomento, se dotó de instalación eléctrica a las vías de Pajares y se dio el visto bueno a que con los 30 millones de pesetas que pusieron de su bolsillo siete grandes empresarios de la época se llevara la montaña a Mahoma.

Cuando ya estaba asentada la Minero Siderúrgica de Ponferrada —entonces la mayor compañía carbonera privada de España— en 14 meses y con el esfuerzo de miles de almas se construyó la vía del tren de aproximadamente 60 km que transportaba carbón y pasajeros de Ponferrada a Villablino y de Villablino a Ponferrada, con sus pertinentes paradas y apeaderos en Columbrianos, Cubillos, Santa Marina, Toreno, Rabanal, Congosto, Páramo, Corbón, Palacios… que convertían el trayecto en un largo y lento paseo junto al Sil. Dejó de ser más barato importar el carbón de Inglaterra, pero «el carbón no se quita. Mancha tanto que borra la memoria. Llega un momento que parece que no hay más que carbón dentro y fuera.» Y así muchas décadas después, Pablo Andrés Escapa se tiende sobre las vías de plata y escucha lo que le dicen las voces del carbón, de jefes de estación, almacenes, billetes de primera, segunda y tercera clase, las voces de los que llegaron huyendo en el tren y de los que huyeron en él; voces de bares de estación y de clamor a Santa Bárbara en «este valle que es ahora reino del silencio».

Como si fuese «la resurrección de las vías muertas», o una especie de trabajos y días de los hombres del carbón, Pablo Andrés Escapa reproduce las Voces de humo que fueron o que pudieron haber sido. La historia del tren Ponferrada-Villablino va pareja a la historia del valle que triplicó su población, hasta el punto de que en los años 60 Villablino llegó a tener más de 50.000 habitantes, y 6.000 trabajando en la industria del carbón. Hoy no queda nada de la prosperidad lacianiega de antaño, de manera pareja a como otros valles de nuestra provincia son el fantasma de lo que fueron. Las voces de humo y los pensamientos perviven en las vías de la realidad y la ficción, tan reconocibles para los autóctonos como espacios y personajes de fantasía que viajan de este a otros libros del autor, como el maestro de aldea que fue aviador republicano.

Datos prácticos

El «Ponfeblino» es el nombre por el que se conoce al viejo ferrocarril de vía estrecha que unía Ponferrada con Villablino. Se inauguró el 23 de julio de 1919, sólo un año después del inicio de de construcción, con el doble objetivo de dar salida al carbón producido en las minas de la comarca de Laciana hacia el resto de España y de servir de transporte de viajeros y de correo entre los dos puntos geográficos mencionados. El 8 de mayo de 1980 se suprimió el servicio de viajeros, lo que supuso simplificar el itinerario de los trenes y reducir la plantilla de trabajadores del ferrocarril.

Las primeras locomotoras que se utilizaron fueron prestadas pero pronto se adquirieron diez propias construidas en Estados Unidos. Eran las famosas «Baldwin», conocidas así por el nombre del fabricante americano. Se matricularon siguiendo una serie del uno al diez y las apodaron con nombres de los promotores o inversores del ferrocarril, o con toponimias de la zona. Algunas de estas locomotoras se han restaurado, como por ejemplo la tres yla cinco, bautizadas como ‘Marqués de Aldama’ y ‘Villabaso’, y que ahora podemos ver en el Museo del Ferrocarril de Ponferrada; o la nueve, denominada Wagner, haciendo relación a los gustos musicales del industrial e inversor Julio Lazúrtegui, que se encuentra en el Museo de la Energía de la misma población.
Representantes de Laciana y el Bierzo han luchado por volver a poner en marcha el tren como servicio turístico. El Consorcio Ponfeblino —integrado por los ayuntamientos de Ponferrada, Cubillos, Toreno, Páramo del Sil, Palacios del Sil, Villablino y la Asociación de Amigos del Ferrocarril del Bierzo y el Consejo Comarcal— cree que los esfuerzos realizados por volver a ponerlo en marcha verán sus frutos en 2019, coincidiendo con su centenario. Confían en que atraerá turismo, generará empleo y riqueza al valle, como ha ocurrido con otros de trenes de turísticos a vapor que tenemos en nuestro país: Utrillas (Teruel), Alt Llobregat (Barcelona) Ciment (Barcelona), Azpeitia (Guipuzcoa), Samuño (Asturias), Riotinto (Huelva).
Archivado en
Lo más leído