29/03/2015
 Actualizado a 12/09/2019
Guardar
Tal y como suele ocurrir habitualmente en esta sufrida vida, hay que notar en propias carnes el roce de las piedras del camino para poder valorar sus dolorosas consecuencias en toda su magnitud. Ver los toros desde la barrera siempre es tarea fácil, y con el estómago lleno (en sentido literal o figurado), mucho más.

Se insiste una y otra vez en el drama del paro. Y con razón. Una desgarradora lacra que ha alcanzado límites insospechados en los últimos años y que cada día deja en la cuneta las ganas, las fuerzas y las esperanzas de millones de españoles. Durante más de una década, aquella fue una desventura que el que suscribe sólo miraba de reojo por no verse afectado por la misma. Compañeros de profesión quedaban engullidos por la marea de la crisis, y ahora a mí me queda la amarga sensación de no haber mostrado la empatía suficiente con los que pasaron por el terrible trance antes que yo. Como le ocurrió a Eduardo Noriega en la famosa película de Amenábar titulada ‘Abre los ojos’ y destrozada después por un infame ‘remake’ hollywoodiense (otro más) protagonizado por Tom Cruise, el sueño, en este caso laboral, aparentemente idílico y en ocasiones hasta placentero, se esfumó de la noche a la mañana convirtiéndose en cruda pesadilla, ‘in crescendo’ con el paso de las semanas y el lento transcurrir de horas primero heridas, después moribundas, y finalmente muertas.

No se trata de si uno está más o menos a gusto en un puesto de trabajo. No se trata de si a uno le agrada más o menos la tarea que se le encomienda. Tampoco es cuestión de convertir en insufrible el hecho de tener que esquivar al que te mira mal con el cuchillo preparado para la estocada. Lo importante, aprendida ya la lección y sin que ello suponga renunciar al anhelo de una vida mejor, está en poder mantener un sustento y sentirse útil con uno mismo y con los demás.

Ya que estamos en periodo de Semana Santa, vamos a reconocerlo sin tapujos. Sí, fueron seis meses de calvario y vía crucis. Los primeros días apenas se nota el corte gracias a la tirita de la inercia, como el recién apuñalado que al principio ni siquiera ha sentido la incisión y es capaz de continuar caminando aunque pueda estar herido de muerte. Pero la depresión acecha y llega un momento en el que escapar de ella resulta casi ‘Misión imposible’ (vaya, otra vez Tom Cruise). Ahora que me veo rescatado, hago propósito de enmienda para no volver a sentir indiferencia ante el drama del desempleo.
Lo más leído