"Verme solo en Alemania con 12 años me parecía peor que la guerra en mi país"

El violinista Ara Malikian, un genio anda suelto, llega este jueves al Pabellón de los Deportes de León con su espectáculo Royal Garage World Tour, una mirada hacia sus inicios en el garaje de su casa en el Líbano ensayando entre bombardeos de la guerra

Fulgencio Fernández
07/11/2019
 Actualizado a 07/11/2019
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Ara Malikian (Beirut, 1968), seguramente el músico contemporáneo que más veces ha sido calificado como genio, regresa a León, que siempre es motivo de celebración.

- ¿Cuántas veces le han llamado genio de la música?
- Las mismas que he pensado, si tu le dedicaras siete u ocho horas al día al violín también lo serías.

Estará Malikian este jueves (a las 21 horas) en el Palacio de los Deportes de León, y lo hace dentro de la gira que viene desarrollando en la actualidad, la Royal Garage World Tour, un nombre que él mismo explica: «Mi relación con los garajes empezó en 1976, cuando estalló la guerra del Líbano. En el mundo entero las bandas más modernas ensayaban en garajes, sacaban de ahí sus sonidos y creaban un estilo que cambiaría la historia de la música. Yo no me quería quedar sin formar parte de esa movida. Yo tenía diez años».

Y recuerda cómo su padre quería convencer a aquel niño: «Vamos hijo, bajemos al garaje, vamos a montar una banda de rock como la de los Rollings», aunque era consciente de que su realidad, en un país en guerra, era bien diferente: «Mi banda no tenía tanto rollo como la de ellos, yo no me codeaba con Keith Richards o Mick Jagger y hablábamos de Rock y música de vanguardia, a mí me esperaba mi tío Nono con una trompeta abollada, mi vecino con una botella de anís y mi abuela con una mandolina... A día de hoy sigo sin verle el Rock and Roll pero le veo el amor y eso es más que suficiente. Después vinieron otros garajes: los alemanes, los ingleses, los parisinos, los españoles... Parece ser que estoy predestinado a ellos. Me pasan cosas fascinantes en los garajes...».

Y a aquellos garajes rinde homenaje en esta gira. Una mirada atrás que también realiza a su biografía, una andadura vital llena de momentos duros que en nada parecen presentes cuando Malikian combina en el escenario saltos con momentos geniales con ese violín que, dice él, «mi padre me lo insertó en la barbilla y ahí se quedó clavado», una imagen que resume cómo aquel niño que bajaba al garaje se hizo violinista. «Cuando cuento esta etapa difícil de mi vida lo hago porque si en mis peores momentos alguien me hubiera contado historias parecidas me habría ayudado a seguir», explica el violinista en un documental sobre su historia, ‘Una vida entre las cuerdas’.

Ya ha estado Malikian varias veces en León, en el Auditorio o en el Museo de la Minería, donde recordó muchos pasajes de su vida, que comenzó siendo muy dura. «Tuve que huir de una guerra en Líbano, mi país natal, cuando sólo era un niño. Y lo único que tenía era la música, algo que me había inculcado mi padre, que me insertó un violín en la barbilla y ahí me quedó para toda la vida». Logró una beca para irse a Alemania, con 12 ó 13 años. «Suena bien lo de la beca, pero lo que significaba era irme a un país que no conocía, con un idioma del que no sabía nada, siendo un niño... Fue duro, me parecía más duro encontrarme solo en Alemania que oír los bombardeos en el Líbano. Digo me parecía pues, obviamente, es mucho más dura una guerra. Fue un aprendizaje a lo bestia que me sirvió para que con el paso de los años me sintiera bien en cualquier lugar del mundo, ya nada me parecía más duro que lo vivido».

Esa guerra en el Líbano que ahora Malikian ya sabe más dura que cualquier cosa marca buena parte de los recuerdos de su infancia. «Para ir a cualquier parte tenías que pasar por cinco o seis puntos de control de cada milicia. Pese a la guerra había conciertos y mi padre me llevaba, pese a los riesgos, pues había francotiradores, que son muy peligrosos pues nunca sabes de dónde salen».

Aquel libanés, de origen armenio, viajó por medio mundo perfeccionándose como violinista pero prácticamente solo, por ello, ahora, instalado en España, lo que más valora es la familia, «pues nunca la había tenido a mi lado. Me ha cambiado todo, la forma de vivir, de ver la vida, la disfruto muchísimo; aunque se que es muy difícil convivir conmigo, con mis ensayos, mis conciertos, mis viajes, cuando voy a mi bola».

En el documental hay un momento en el que se percibe cómo ha vivido su ausencia ‘en la otra parte’, en la familia que tuvo que dejar en su país. Llega cuando fallece su padre y Ara Malikian y su mujer, la aragonesa Natalia Moreno, descubren 25 cajas «llenas de papeles, de recortes, desde que Ara había cogido un violín. Entre ellas cintas del niño tocando el violín».

Al recordar que comenzó a tocar en medio de bombardeos asegura que «la música cambia la vida» pero esos recuerdos tan duros no parecen compatibles con ese músico al que se le ve feliz en el escenario, salta, bromea... «El humor es la clave, el humor es esencial en la vida; yo siempre empiezo riéndome de mí mismo, no me tomo en serio mis fracasos pero tampoco mis éxitos y así es mucho más fácil seguir adelante».

Su aspecto físico no es precisamente al que nos tienen acostumbrado los músicos ‘de clásica’, por eso no dejan de preguntarle por su relación con los rockeros, con los que ha colaborado con frecuencia, admira a algunos, detesta a otros e insiste en que «si Mozart viviera hoy sería músico de rock».

Ara Malikian ha recorrido muchos países, tiene nacionalidad española, se la negaron en otros países y sabe bien de qué habla cuando recuerda que  «lo que más me extrañó cuando llegué a España, aunque me acostumbre pronto, fue tener que convivir con las miradas despectivas. Si vienes de otro lugar, te miran de otra manera. Por suerte ya estoy superacostumbrado y hasta le veo la parte positiva, me encanta que me miren porque soy de otro lugar, porque soy diferente, lo disfruto. Pero, cuando era jovencito, era un problema, tanto que en Alemania llegué a cambiar mi aspecto, a alisarme el pelo, vestir como todo el mundo para parecerme a todo el mundo. Cosas de la edad».

Y algo que también preocupa mucho a Ara Malikian, porque también sabe muy bien de qué habla es de las oleadas migratorias, de esas gentes que permanecen en campos de refugiados a la espera de soluciones que no llegan. «Más que preocupación me produce enfado,  por este comportamiento de seres que, de repente, nos volvemos muy egoístas; nos protegemos de quienes pensamos que vienen  a robar nuestra tranquilidad, nuestro bienestar; sin reparar en que solamente son refugiados, gente que se ve obligada a huir porque están amenazados de muerte. ¿No nos acordamos cuando pasó lo mismo en Europa, hace 60 ó 70 años?, se fueron por miles, muchos españoles, y los recibieron allá donde fueron ¿Qué ha ocurrido para que ahora se produzca este rechazo hacia desplazados, refugiados...? En vez de sentimientos humanitarios pensamos de una manera política o económica y los mandamos de regreso a su país. Son gente perdida, perseguidos sin hogar ¿Qué hacemos? ¿Lo hemos pensado bien?».  
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