05/12/2019
 Actualizado a 05/12/2019
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La gente de Valladolid no es marciana; ni tienen rabo ni orejas de diablo. Son gente normal, como la de la mayoría de los lugares. Los hay buenos y los hay hijos de puta; igual que en León, o en Bilbao, o en Madrid. Incluso diré que la gente que conozco de Valladolid (y conozco mucha, familia y amigos incluidos) es especialmente buena. La gente de Valladolid no es idiota, ni estúpida. Un pueblo dónde vieron la primera luz Francisco Umbral, Rosa Chácel, Gustavo Martín-Garzo, Julio Valdeón, Pío del Río Ortega y, sobre todo, Miguel Delibes, algo bueno tiene que tener.

En lo que andan desatinados es cuando escogen alcalde. Ahí no andan finos. Tanto el anterior, el señor León de la Riva, como el actual, el señor Puente, equivocaron la carrera. Ambos nacieron para ser actores o monologistas, no para ser alcaldes; y actores, además, de comedias o astracanadas; no valen para interpretar dramas de Sófocles o Eurípides, no les da la cabeza, y se tienen que consolar interpretando a Aristófenes, todo humor de trazo grueso, sin gracia. Cada vez que hablaba el señor León o lo hace ahora el señor Puente, sube el pan. Ambos se caracterizan por insultar, sin importarles las consecuencias. Lo mismo insultan a un concejal de la oposición que a su víctima favorita: León. Nunca he vivido en Valladolid, pero he ido infinidad de veces. Es una ciudad como cualquier otra, con muchas cosas buenas y, supongo, otras tantas malas, pero sí tengo claro que no nos tienen nada que envidiar, más bien al contrario. Es como en la II Guerra Mundial, cuando los rusos invadieron Alemania y vieron que la peor casa alemana era un palacio comparándola con las suyas. ¿Qué demonios iban a buscar en su tierra cuando ellos en la suya tenían de todo y mejor? Cuando un dirigente se dedica a insultar, vejar o apabullar a los vecinos, habitualmente es porque quiere que la gente no se fije en lo que está haciendo mal en su localidad, comunidad o estado. Poniendo el foco en los problemas de los demás, consigue que sus vecinos no piensen en los suyos. Esta es una práctica más vieja que la orilla del río y ha sido utilizada hasta la saciedad. No encuentro otra razón para que estos dos señores la hayan practicado con tanta frecuencia. Lo que sí parece evidente es que ambos alcaldes deberían estar inhabilitados para la política. No se pueden decir tantas chorradas y que, ¡encima!, les salgan gratis. Además, con sus bobadas, lo único que hacen es dar balas al enemigo. No se puede concebir a la UPL de otra manera. Llevo diciendo desde hace muchos años, a los amigos y a la familia, que este partido político es una desgracia para León. No dan ni un solo argumento para mejorar nuestra tierra. Lo único que hacen es llenarse la boca con el famoso «Valladolid nos roba», cuando lo que ocurre es que ellos son unos inútiles.

Parece, en cualquier caso, que algo malo tiene que haber en Pucela, algo que hace que los políticos, siempre los políticos, sean tan desastre. Después de treinta años de gobierno en solitario, el PP ha tenido que pactar con los de Ciudadanos para seguir en la poltrona. Mal negocio. Tanto los de un partido político como los del otro, no deben de saber en qué lugar del espacio y del tiempo viven. Sólo así se entiende su forma de actuar. Ahora resulta que nos van a cerrar no sé cuántos consultorios médicos. La última de sus fechorías. Digo que no conocen en qué lugar viven porque sólo mirando un mapa se puede concebir tal error. Si hubieran pateado la provincia de Soria (la que más cierres va a sufrir) o la de León (la segunda), comprenderían que es algo imposible. Olvidemos a Soria, que no la conocemos tan bien como quisiéramos, y centrémonos en León. Si se cerrase el consultorio de Vegas, por ejemplo, resulta que los habitantes del Condado tendríamos que acudir al médico a Boñar o a la misma capital. Veinticinco kilómetros de distancia en los dos casos. Partiendo de una realidad desoladora (la media de edad de los residentes en el ayuntamiento de Vegas debe de ser de cerca de setenta años), que le expliquen a un servidor y a los cuatro gatos que me leen cómo se va a desplazar la gente al médico. Porque, ¡hombre!, se supone que cuando uno está enfermo no puede, o no debe, conducir, en caso de que se tenga coche. ¿Va a venir una ambulancia a buscar a los enfermos para llevarlos a León y luego devolverles a su pueblo? Eso, en cristiano, es hacer un pan como unas hostias. Estamos hablando de lo que podría pasar en un ayuntamiento con unas comunicaciones magníficas con la capital. ¿Qué ocurriría en los pueblos perdidos en los valles de nuestras montañas? En Posada de Valdeón, en Murias de Paredes o en Fabero, con una nevada del copón, ¿dejarían morir a la gente? ¿Vosotros lo entendéis? Yo no.

Salud y anarquía.
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