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Unión sin alma

29/03/2020
 Actualizado a 29/03/2020
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La Unión Europea ha vuelto a fallar, como siempre que se trata de asuntos importantes. Ha fallado en la ayuda a los países más afectados por la pandemia y ha reiterado su discurso dominante, siempre norteño, siempre anglosajón. Siempre despreciativo hacia los países del sur del continente. Quedando Francia aparte. Francia, que es latina pero que tiene otras grandezas. A fin de cuentas es el único país de Europa occidental que posee un portaaviones.

Los europeos norteños siguen considerando a sus socios meridionales como una calamidad derrochadora y poco rigurosa. Necesaria para vender sus productos y para sostener el ideal, más bien teórico ya, de la Unión Europea. Pero su mirar por encima del hombro a ibéricos, italianos y griegos no cede. Bruselas cubre de retórica sus intervenciones pero a la hora de la verdad la respuesta es no. No a los eurobonos en los tiempos de la gran crisis económica del periodo 2008-2014, y otra negativa ahora a las peticiones de italianos, lusos y españoles para paliar los terribles efectos del coronavirus. No y no. Es la inflexibilidad calvinista, no digo que incoherente, pero sí de una rigidez excesiva.

Europa falla en muchos escenarios. Pensemos en su nulidad en materia de política internacional. En su falta de compromiso en conflictos que nos caen muy cerca, como la crisis siria. Europa está perdiendo razón de ser y atractivo. Por eso, también, se han ido los británicos, que entraron con ilusión y con los votos de las tres cuartas partes de sus ciudadanos. Europa no se sabe muy bien para que sirve, aparte de la moneda euro en los países que la utilizan. Europa está anegada en burocracias y en normativas minuciosas sobre infinidad de temas. Le sobran funcionarios pero no tiene políticos. ¿Dónde un Miterrand, un Willy Brandt, un Helmut Khol? Ahora tenemos a la señora Merkel, de retirada, pero mandando mucho y siempre en detrimento de los países del sur. Y tenemos a su empleada la señora Von der Leyen, sin carisma ni trayectoria, al frente del invento. No tenemos casi nada.

Y uno piensa, quiméricamente: ¿y por qué los países del sur y los del este del continente, cada día más decepcionados con la casta de Bruselas, no nos vamos del invento y nos unimos a Rusia, que es un gran país occidental, y también incorporamos al invento a Turquía, y formamos un nuevo espacio político, dejando al margen, como ya han hecho los ingleses, a la dictadura franco-germano-belga-holandesa-escandinava? Igual nos iba mejor.
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