Una 'Manon' a prueba de huelgas y pandemias

La sudafricana Pretty Yende, estrella de las sopranos, debuta como protagonista del melodrama de Massenet en París, cuya grabación se exhibe este jueves en los cines Van Gogh

Javier Heras
15/10/2020
 Actualizado a 15/10/2020
Imagen de la representación de la ópera ‘Manon’ de Massenet.
Imagen de la representación de la ópera ‘Manon’ de Massenet.
Iba a ser el plato fuerte de la temporada de la Ópera de París. Dos estrellas de protagonistas, un director consolidado, un título fundamental del repertorio francés. Sin embargo, 'Manon' sufrió, primero, el retraso de su estreno -de febrero a marzo- debido a una huelga de varios meses contra la reforma del sistema de pensiones. Y cuando todo estaba listo… llegó el Covid-19. Por suerte, antes de que cerrasen los teatros de Europa, la producción pudo grabarse. Ahora se retransmite en cines. En Van Gogh puede verse este mismo jueves a las 20:00 horas.

La mejor noticia es que ninguna de las trabas ha afectado al resultado artístico. Esta Manon deslumbra en todos los aspectos: de la batuta del israelí Dan Ettinger –titular de la Ópera de Tel Aviv tras haber liderado las filarmónicas de Stuttgart o Tokio– a la producción del francés Vincent Huguet (1976, Montpellier). Curtido como ayudante de dirección de Patrice Chéreau, Ivo Van Hove o Peter Sellars, en 2012 estrenó su primer montaje (Lakmé). En junio del año pasado, cosechó magníficas críticas con La mujer sin sombra de Strauss en Viena. Su ‘Manon’ se ambienta en los años 20, con decorados art déco, guiños al jazz, el cabaret y hasta el psicoanálisis.

Como cabía esperar, la gran virtud de esta producción reside en su elenco, con el debut de Pretty Yende (1985) en el papel titular, después de convencer en la Bastilla con ‘La Traviata’ en 2019. La sudafricana, antes especializada en comedias ligeras, da el salto a los grandes roles para soprano.

Su ascenso parece sacado del guión de una película. A los 16 años, iba para contable. Hasta que en un anuncio escuchó el ‘Dúo de las flores’ de ‘Lakmé’, la ópera de Léo Delibes. Y sintió que su lugar estaba ahí. Nacida en un pueblo de Sudáfrica, aparcó todo para estudiar música. Después de lograr becas en Ciudad del Cabo y en La Scala, arrasó en los concursos Belvedere (2009) y Operalia (2010). Plácido Domingo señalaba: «Tiene una voz extraordinariamente bella con una técnica sorprendente. Está preparada para conquistar los mejores escenarios». Así lo hizo. A los 27, debutó –por una sustitución de última hora– en el Metropolitan. La crítica se enamoró de su timbre luminoso, su carisma, su determinación.

Aquí la acompaña el tenor franco-suizo Benjamin Bernheim (1985), de voz lírica, clara y potente, registro homogéneo, tesitura amplia y exquisito fraseo. Reciente triunfador en Salzburgo, Berlín y La Scala como Rodolfo, ha lanzado su primer disco con Deutsche Grammophon. El difícil personaje de Des Grieux parece escrito para él, como demostró en Burdeos a las órdenes de Olivier Py.

Este melodrama de 1884 surgió por encargo de la Opéra Comique parisina, de ahí sus diálogos hablados y sus pasajes de ballet. Adorada por el público, el teatro la mantuvo en cartel siete décadas, unas 2.000 funciones. Su autor, Jules Massenet (1842-1912), consiguió lo que habían anhelado Bizet y Gounod: reinar en su propio país. Incluso los críticos, que solían vapulearlo por lacrimógeno, reconocieron su talento para las melodías vocales inspiradas y su refinada orquestación. En los sensuales dúos, la música se adapta a las palabras: al principio, la ingenuidad y excitación de Manon se subraya en sus frases rápidas y entrecortadas; más adelante, cuando es ya una mujer segura y vanidosa, su canto está repleto de adornos y frivolidades. En cuanto a la instrumentación, heredera de Wagner, encadena leitmotive en una red continua y fluida. En la obertura, un clarinete adelanta una melodía decisiva: la que usará Des Grieux en el cuarto acto cuando compara a Manon con una esfinge a la que ama y odia.

El compositor de ‘Werther’ o ‘Thaïs’ tardó casi dos años en adaptar la escandalosa novela de 1731 del abate Prévost. Junto con los libretistas Meilhac y Gille, logró una protagonista eterna, una antiheroína compleja, calculadora y amoral, aunque también víctima de su entorno machista. Obsesionada con la riqueza y el lujo, la joven seduce y destruye a un estudiante enamorado. El mismo libro inspiraría a Puccini en 1892, a Henze en 1952, un ballet de Kenneth McMillan y hasta una película de Clouzot (1949), ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia.
Archivado en
Lo más leído