29/08/2017
 Actualizado a 11/09/2019
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Hace algo más de medio siglo San Juan XXIII nos alertaba sobre los «profetas de calamidades» que sólo saben anunciar desgracias. Pero viendo el panorama actual no es fácil vencer la tentación de predecir un futuro nada halagüeño. Aunque la mayoría de los musulmanes sean gente de paz, son todavía muchos los fanáticos, a quienes no importa ni siquiera su propia vida, que siguen dispuestos a actuar con esta imparable guerra de guerrillas. No faltan quienes se lamentan de que España venda armas a países musulmanes, pero en realidad lo que habría que prohibir es la venta o alquiler de furgonetas, o la compra de cuchillos. Mientras alguien esté dispuesto a matar, y de momento hay unos cuantos, habrá muertes. Aunque se grite que no debemos tener miedo, el peligro siempre está a la vuelta de la esquina y el miedo está ahí, llámese vigilancia o precaución. No es cuestión de resignarse, sino de poner todos los medios para frenar esta plaga.

Se dice y con razón que en estos momentos la unidad es muy importante, pero los hechos la desmienten. El afán separatista y secesionista de unos, y el sectarismo y populismo de otros cuyo único afán no es servir a la sociedad sino conquistar, como sea, el poder son un cáncer que nos debilita. Y aunque, puesto que cada vez hay más medios, deberíamos estar cada vez mejor formados, en el fondo aumenta la ignorancia de lo fundamental y la gente no está preparada para defenderse de las mentiras y manipulaciones. Por lo general estos manipuladores están obsesionados con destruir los valores alcanzados por la civilización cristiana, siendo está la mejor manera de dejarnos vacíos e indefensos.

Un dirigente árabe manifestó hace tiempo que para conquistar o reconquistar algunos territorios la mejor arma sería el vientre de las madres. Mientras que los que vienen de fuera crecen en número, los españoles de siempre caminan hacia la extinción. Basta comprobar cómo cada año desciende vertiginosamente la población escolar. Si seguimos caminando por esta ruta y en esta dirección, quienes desean conquistarnos o suplantarnos tienen la guerra ganada. Solo es cuestión de tiempo.

No vamos a decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero tampoco podemos ser tan ingenuos como para pensar que todo vale en orden a un futuro mejor. Nuestros padres y abuelos han sido generaciones ejemplares y no deberíamos consentir que venga nadie de fuera o de dentro a destruir lo mejor de nosotros, que es la forma de entender la vidaque de ellos hemos recibido.
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