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Un tiro en el pie

16/11/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Hace unos días pasé por su puerta y seguía allí, pero no era la misma. En Valladolid había una tienda en la que mi madre nos compraba la ropa cuando éramos pequeños. Uno de esos establecimientos de toda la vida, llenos de estantes colmados de pantalones, camisetas o jerseys de los que abrigan. Al estilo zoco, donde las cajas de prendas se amontonaban como en una librería, un caos ordenado por colores y tallas que se venía en avalancha sobre los clientes. Una tienda que hacía esquina y que olía a ropa, de las que gustan a los padres con hijos escolares porque los precios son asequibles y la calidad aguanta las embestidas del recreo. Y de las que reniegan los niños enseguida, en cuanto caen en la telaraña de las marcas y el disfrute de la puesta en escena consumista de la que carecía totalmente aquel hombre tras el sufrido mostrador.

La tienda sigue allí, en aquella esquina, como siempre. Con los mismos dueños y el collage de escaparate y ofertas. Pero no es la misma. Ha perdido su nombre. Durante décadas se llamó ‘Almacenes Los Catalanes’, ahora su luminoso de barrio dice ‘Mundo textil’. Un cambio globalizador hecho a regañadientes para intentar torear un temporal inesperado que se ha llevado su identidad. Porque llamarse ‘Los Catalanes’ se había convertido en una condena. Cuenta su propietario que solo en el último mes perdieron el 30 por ciento de las ventas. Son una víctima más del boicot contra los productos catalanes extendido a los presuntamente catalanes, porque ‘Mundo textil’ reconoce que actualmente tan solo una prenda de cada diez llega de Cataluña.

El 23 por ciento de los españoles de fuera de Cataluña realiza ya un boicot a los productos catalanes. Lo registra un último estudio del Reputation Institute que además asegura que otro 21 por ciento se muestra dispuesto a sumarse al sabotaje en un futuro. Una consecuencia más de hacer política con las vísceras. El discurso sentimental hueco de razones es un virus imprevisible y muy contagioso. Aprovecha la incertidumbre o la frustración para anidar en las entrañas, donde crece nuestra parte irracional.

Esta puede ser la gripe económica delinvierno. Porque es imposible un boicot a Cataluña sin boicotear el resto de España. Esta misma semana, una gran empresa de sopas y cremas catalana manifestaba que peligraba el mantenimiento de una nueva fábrica que tiene en Extremadura por la bajada de ventas. Castilla y León es uno de los más importantes proveedores de materia prima para la industria agroalimentaria de Cataluña, en total unos 1.300 millones de euros anuales. León vende a esta comunidad autónoma productos por un valor de 83 millones de euros cada año. Que caiga una marca de Tarragona, puede suponer despidos o cierres en Soria. Estamos en plena campaña de gripe, y de la gripe catalana, solo se puede tratar uno con un granulado de argumentos que baje la fiebre de las pasiones.

Es el problema de las banderas, que envuelven pero no abrigan. Y el defecto de las consignas, que desahogan la ira pero no quitan el hambre. Este boicot más que un cañonazo españolista es un patoso tiro en el pie. Y hasta ahora pegarse tiros en el pie había sido una práctica de los independentistas y de Froilán. Hay costumbres que no es necesario imitar.
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