Un paseo por el infierno: el incendio del Curueño dos semanas después

En la zona calculan que cerca de 600 hectáreas de pino y roble fueron arrasadas por el fuego

David Rubio
26/05/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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La tarde del pasado sábado 12 de mayo fue especialmente extraña. En buena parte de la montaña leonesa caían copos de nieve, a destiempo, con la primavera ya entrada y el eterno debate sobre el cambio climático en todas las conversaciones. Unos cuantos kilómetros al Sur, en la ribera del Curueño, se declaraba el primer gran incendio forestal del año, una inmensa nube de cenizas, ciertamente apocalíptica, que se podía ver desde la capital y desde buena parte de la provincia y que también se coló en todas las conversaciones.

El fuego comenzó en el entorno de la ermita de Santa Ana, situada en el monte de Santa Colomba de Curueño, y, según algunos de los vecinos, fue la propia santa quien evitó que ardiera el templo, en el que se celebra una popular romería cada mes de julio. Lo cierto es que, con la mediación o no de la santa, tres helicópteros de la Junta, los brigadistas disponibles en esta época del año y los miembros de la UME se tuvieron que emplear a fondo durante toda aquella noche en la que el fuerte viento propagaba con voracidad las llamas por los montes que separan las riberas del Porma y el Curueño, hasta acercarse peligrosamente a la localidad en la que los dos ríos se unen, Ambasaguas de Curueño. Tuvieron que transportar maquinaria pesada para hacer nuevos cortafuegos, ya que las llamas saltaban con facilidad los que había, una madrugada de mucha tensión en la que caía una helada también impropia de esta época del año.

Dos semanas después, recorrer la zona del incendio es algo así como dar un paseo por el infierno. Aunque aún está por confirmar oficialmente la superficie que resultó arrasada por las llamas, se calcula en cerca de 600 hectáreas, sobre todo de pino y roble, un monte que es propiedad las pedanías de la zona, alguna de las cuales obtenía ingresos tanto de la caza como de la leña. Un paisaje negro acompaña ahora el paseo, un recorrido por la desolación en el que se combinan árboles recién brotados y otros convertidos en cenizas, desolación que se agrava ante la certeza de que el fuego, complicado por el viento, fue provocado por la mano del hombre, ya que, aunque continúan la investigaciones, se contabilizan al menos dos focos en los que empezaron las llamas en torno a las 5 de la extraña tarde del 12 de mayo.
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