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Un inventario del cambio

31/05/2021
 Actualizado a 31/05/2021
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El Casco Histórico de León se ha quedado sin plazas. Los espacios más o menos abiertos en los que confluyen las calles se han remodelado como comedores. Se puede sentar uno en el comedor de las palomas, el de Torres de Omaña, el de San Martín o el de la Plaza Mayor. Es una reforma de bajo coste asociada a la pandemia y aunque se ha montado prácticamente sin un tornillo ni una hormigonera tiene claros visos de continuidad.

Como cantaba Mercedes Sosa, todo cambia. Las vías principales se peatonalizan para exposiciones y otras actividades relativas a la calidad de vida, una vez finalizada su vida útil como principal arteria de la actividad. En los pueblos, las eras seprivatizan para refugios con merendero. Las vías de los trenes que llevaban carbón o a las gentes a los mercados se remodelan para senderistas y para el boom de ciclistas de montaña, toda vez que el ‘runnning’ les ha dejado las rodillas como la taba del lechazo. Los pozos mineros se transforman en museos y fábricas de cerveza, las antiguas fábricas como las azucareras en palacios de congresos y exposiciones, los montes encontemporáneas fábricas de luz y las antiguas fábricas de luz de los pequeños saltos de cada localidad en casas rurales. Los antiguos molinos para el cereal pasan a ser aulas de interpretación y los molinos eólicos para producir más luz, se convierte en chatarra cuando ya no pueden dar más vueltas. Las bicicletas y los patinetes se convierten en vehículos de movilidad personal y la intención de las multinacionales más globales es que los automóviles se transformen en coches teledirigidos por algún satélite para que podamos admirar el paisaje con mayor seguridad o, con mayor probabilidad, ver la tele mientras se viaja.

Todo esto sin entrar a hablar del patrimonio inmaterial.

A este paso, el inventario de las transformaciones de este siglo va camino de dejar corto el del las del siglo pasado.
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