Un giro al «hacer»

15/10/2019
 Actualizado a 15/10/2019
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Cuando las farolas se convierten en protagonistas de una historia que de tanto chascarrillo haciendo fila en la colase ha convertido en chiste perpetuo, tal vez sea el momento de parar el tren, o de coger el bueno, si Adif aún lo mantiene vivo... Y cerrando los ojos al compás del chacachá que le pone Mocedades al momento zen, ver de cerca lo que importa, lo de verdad, que es dar un giro justo en el momento de apaciguar los fuegos del ‘veroño’ y dar la salida a la entrañable recogida de las castañas que está de regreso. Fuera de ese chascarrillo posiciona una columna de humo nuevo que llega para recordar el perpetuo diablo que acecha a los montes bercianos. De nuevo, el hombre contra natura se quema a sí mismo por una extraña intención suicidia que, al tiempo, arrebata más vidas que la propia. Un encaje egoista y trágico que compartimos en eternos veranos de olor a fuego, de rabia infinita y desconsuelo porque los pulmones incitan a toser tronzando la garganta tras una dilatada enfermedad incurable. Ahora los meses no lo son, los días se dilatan, y el fuego se incluye en todas las estaciones como enemigo que viaja en el bolsillo del ejecutor. El hartazgo sangra, ahora más, cuando solo atarse al campo funciona para evitar que el sonido de las sirenas de la metrópolis nos embarque a la urbe de asfalto. Pero, algo hay en la estampa negra que deja un poso de esperanza. La supervivencia se hace árbol cuando los troncos de los castaños se manifiestan irreductibles, tatuados por las llamas, aunque intentando, hasta lograrlo, manar fruto de nuevo. El mismo que lucha por superar avispillas, chancros y tintas. El que pincha antes de salir a buscar un futuro que el Bierzo no hace, deja a la suerte. Vuelve el fuego, no se ha ido. Vuelve a ponernos colorados, pero también a señalarnos en el espejo que es el momento de dar ese giro del azar al «hacer».
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