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Un cazurro que puede cambiar el mundo

13/12/2015
 Actualizado a 09/09/2019
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¿Sabías que entre los jóvenes que pueden cambiar el mundo hay un cazurro? Lo leí hace días en Internet y al principio pensé que era una de esas noticias curiosas, sin mucha más miga que un titular con gancho. Mi percepción cambió cuando comprobé que la fuente de la información era la ‘MIT Technology Review’, una revista que se publica desde 1899 en Cambridge, la ciudad estadounidense que alberga la Universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Carlos Castro-González, nuestro protagonista, explicaba hace días a este periódico en qué consiste su ‘invento’, un mecanismo capaz de contar células sanguíneas sin necesidad de extraer muestras de sangre. Me aseguraba Carlos desde el otro lado del Atlántico que «si conseguimos la financiación adecuada y nuestro nuevo dispositivo médico completa con éxito su fase de desarrollo, millones de pacientes en todo el mundo podrían mejorar sus tratamientos». Tengamos en cuenta que los glóbulos blancos son un signo indicativo de infecciones agudas, por lo que analizarlos de forma rápida, barata y efectiva aumentaría la esperanza de vida en gran parte del planeta. Escribiendo estas líneas he recordado la ‘Parábola de los Talentos’, que ya no sé si es de Lucas o de Mateo. Así, y según escuché en alguna homilía dominical, enterrar tu talento para no perderlo es quedarse para siempre en una zona confort que según la moral cristiana es la antesala de las tinieblas. Carlos multiplicó sus talentos, su capacidad de entender el mundo, cuando a uno de sus compañeros de piso le diagnosticaron un linfoma y el, estudiante de Telecomunicaciones y antiguo residente de ‘El Johnny’, vislumbró una mejora biomédica para las sesiones de quimioterapia que hoy se conoce como Leuko, uno de los proyectos de investigación más prometedores del mencionado MIT. De esas aulas han salido cerca de ochenta premios Nobel, el primer radar, varios astronautas, la World Wide Web, Kofi Annan, Noam Chomsky, Paul Krugman, Richard Stallman y un sinfín de mentes fundamentales para comprender el siglo XX y lo que llevamos del XXI. Que por allí transite con éxito un cazurro debiera llenarnos de orgullo pero lo que realmente ocurre es que exportamos talento, por no decir que lo expulsamos, casi sin darnos cuenta. Espero que al menos, cuando Perrault concluya su Palacio de Congresos, alguien invite a Carlos y a su equipo para que, además de conocer el Barrio Húmedo, nos digan qué necesitan para instalarse y progresar en una ciudad como León tan huérfana de talento.
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