Un árbol solidario en el bosque de Lucio

Lucio, el escultor de Nocedo, ha plantado un nuevo árbol en su bosque de esculturas por la ribera del Curueño; en este caso es un árbol que anima a luchar contra ‘el bicho’

Fulgencio Fernández
29/03/2020
 Actualizado a 29/03/2020
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Desde hace unos años si subías por las márgenes del bautizado por Julio Llamazares como el ‘Río del olvido’ (El Curueño) podías tener la sensación de que desde lo alto de las peñas un enorme pájaro te vigilaba, y era verdad; o de cruzarte muy lejos de aquel lugar de la Mancha con un don Quijote que en vez de cabalgar como caballero andante te miraba desde unos prados cercanos... o podías sentarte a esperar el coche de linea en Nocedo en un asiento de hierro en el que podían adivinar trozos nacidos de una vieja pala ya en desuso, un azadón o chapas de cualquier procedencia industrial...

Un curioso bosque de esculturas que sólo encerraba un misterio, el de su autor, el escultor Lucio, de Nocedo de Curueño, en cuya casa taller ha ido creando todas estas figuras con trozos de chapas que recogía en cualquier parte, le cedían los vecinos o aprovechaba de viejas herramientas de labranza.

Cada hoja del árbol es la mano de un vecino de Nocedo y lleva escrito en su interior su nombre  Hacía ya unos años que Lucio no sumaba nuevos árboles a su bosque cultural, andaba en otras faenas también artísticas, hasta que hace unos días al atravesar el pueblo, al lado de la carretera, había crecido un nuevo árbol, y en este caso nunca mejor dicho pues la escultura es un singular árbol, en el que la explicación de su significado: «Juntos venceremos», que ha escrito en la base la hija de Lucio.

El propio escultor explica que «la creación del árbol ya es de hace un tiempo y ahora la aprovechamos para esta situación, para dar ánimo a los vecinos del pueblo y a quienes pasen por la carretera, por eso lo hemos colocado allí, bien visible».
Dice Lucio Antonio Alonso, que vivió en León pero regresó a sus raíces, que «Nocedo es un pueblo bastante unido, habrá sus cosas, pero hay armonía entre los vecinos y hacemos muchas cosas por el viejo sistema de las hacenderas, un puente, arreglar el teleclub... y así nació la idea de crear este árbol con la particularidad de que cada una de sus hojas lleva el nombre de cada uno de los vecinos que vive en el pueblo, que seremos unos 25».

Cada uno de los vecinos colocaba la huella de su mano en una cartulina y entre Lucio y su amigo Fonso las ‘trasladaban’ al hierro cortando con plasma (a base de elevar la temperatura). «Así el árbol es también como una hacendera de todos los vecinos, una hacendera que en este caso hemos querido que sea contra este bicho que nos tiene un poco asustados aunque hasta el momento no ha llegado al pueblo, donde hay mucha gente mayor».

Por ello, leyendo las hojas del árbol realmente vas conociendo a los vecinos de Nocedo de Curueño, a la hacendera vecinal: Raquel, Ricardo, Marlen, Elsa, Femiano, Carmen, Gregorio, Yain, Merce.... o Mamá y, cómo no, ‘papá’ Lucio.

Hace unos cuantos años Lucio llenó el monte y lugares públicos del Curueño de sus esculturas  Lucio es unartista de una humildad aliñada con timidez; lleva muchos años convirtiendo en arte viejos aperos de labranza caídos en desuso, motores de viejos tractores, sobras de fundiciones u otras industrias... Con motivo de una exposición, hace unos cuantos años, el escultor de Nocedo de Curueño, pese a que nació en León en 1961, insistía en no considerarse escultor. «Trabajo todos estos materiales desde hace tiempo, creo que se me da relativamente bien y compongo figuras que ahí están, a mucha gente le gustan, es cierto».

Sí ha obtenido la consideración de sus vecinos o la revista Camparredonda, que le incluye en un gran reportaje de ‘Escultores a la orilla del Curueño’ —junto a gente como Jim Rogers, afincado en la Mata de la Bérbula; o Amancio González y José Luis Casas, que entonces tenían el taller en Ambasaguas de Curueño.

En ese artículo Gregorio F. Castañón escribe de Lucio: «Es justo reconocer la excelente inventiva de Lucio, cuya base, de buscarla, nos acercaría hasta los más variopintos personajes del mundo rural. Quiero decir con ello que fueron los labriegos, los carreteros, los serradores y un largo etcétera, en peligro de extinción, los que aportaron sus útiles de trabajo, como materia prima, para dar vida a unos monstruos, alados o no, que en absoluto dan miedo, y a unos fantásticos humanoides con corazón de hierro y alma de fuego».

Y ahora de solidaridad también.
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