Últimas tardes de un viejo bar

Bar Argüello es un cartel que recuerda todo el que atraviese Villadangos. El letrero seguirá, pero el bar, de Maxi Argüello, cierra esta noche su trapa de manera definitiva

Fulgencio Fernández
07/01/2018
 Actualizado a 17/09/2019
Máximo Argüello lleva muchas décadas en la barra de este histórico bar que abrió en los años 50 del pasado siglo su padre Eusebio. | MAURICIO PEÑA
Máximo Argüello lleva muchas décadas en la barra de este histórico bar que abrió en los años 50 del pasado siglo su padre Eusebio. | MAURICIO PEÑA
Ya es casi la una cuando Maxi corre las trapas y abre la puerta de su histórico Bar Argüello, en Villadangos del Páramo, en la carretera. Pronto llega Francisco, vecino y cliente antiguo, ganadero que acertó a jubilarse cuando aún se pagaba el cupo de leche... El perro le conoce bien, va a festejar su llegada, a jugar.

Maxi no pregunta nada y le pone un café. Francisco posa un euro en el mostrador y pronto la conversación, ¡cómo no!, gira sobre la noticia. El lunes cierra el bar.

- ¿Muchos años viniendo?
- Toda la vida.
- ¿Y el lunes?

El cliente se encoge de hombros. Maxi Argüello no parece querer mirar ni entrar en la conversación...

- ¿Te da pena Maxi?
- Sí. Y no. Sí porque he pasado aquí toda la vida, y no porque no hay más remedio, no da más de sí, no voy a estar trabajando y perdiendo dinero.

De hecho aún le quedan unos meses para jubilarse pero llega el invierno y no son buenos meses para el negocio, aguantó las navidades y mañana esas viejas trapas no se abrirán hacia las doce de la mañana.

El recuerdo de Eusebio

Sabe Máximo Argüello –Maxi– que cuando esta noche cierre la puerta por última vez está poniendo el punto final a una larga historia desde que abriera este Bar Argüello, «creo que fue en 1955, pero no te lo sabría decir seguro. Yo nací en 1953 y era muy niño, pero por lo que tengo escuchado en casa fue en 1955».

- Cuando subió la Cultural.
- Sería. Sí me gusta el fútbol pero sólo fui una vez a ver a la Cultural, contra el Sporting, y tuvimos un accidente antes de llegar. Y eso que coincidí en la mili con Celso, Chiqui y Villafañe padre...

Mucho más claro que el recuerdo del año de apertura tiene la imagen de su padre, que fue quien lo abrió, Eusebio Argüello. «Fue muy célebre en el pueblo, te contarán mil historias de él. Pero también fue muy trabajador: abrió el bar, tenía un camión muy famoso –bueno, tuvo tre– que servía para todo, almacén de material de construcción y taller de bicicletas; de hecho, cuando abrió el bar sólo era la mitad, la otra mitad era el taller... Tuvo una de oficios de la Virgen y pobre murió, como dice el dicho». Para tener tantos oficios contó con la colaboración en el bar, como tantas veces, de su mujer, Rosalía, siempre allí, al pie del cañón, también cuando su hijo se quedó con el negocio. «Yo lo llevo directamente desde el 93, pero siempre había estado aquí, con mis padres, salvo una temporada que estuve trabajando en las acequias y tres meses en el alumbrado... Este hermano que está aquí conmigo se dedicaba más al campo».

Y hablando de Eusebio, su padre, y de su camión es inevitable, mucha gente del pueblo la recuerda, la anécdota de cuando le echó el alto la guardia civil y él fue a detenerse bastantes metros más adelante. «Tenía un agujero en el camión, salió por él, se metió en unos sembrados, se puso el sombrero y cogió el cabás y se presentó donde los guardias, les dijo que no había visto a nadie por allí...».

Y sale la expresión inevitable en recuerdos como éste: «Eran otros tiempos», si lo sabrá Maxi, lo eran para eso y para todo. «Ahora cierro a las doce y pico o la una y porque aguanto yo con tres o cuatro que quedan ‘tocando a misa’ y no vas a mandarlos para casa,pero no hay más... En tiempos de mi padre muchas veces marchaba para la cama, ya estaba acostado cuando venían y tocaban en la puerta, se levantaba y todavía se preparaban unas juergas que pa qué. Bueno en tiempos de mi padre y hasta no hace tanto tiempo, había partidas, futbolín, la gente consumía y ahora...». Cada vez que dice «y ahora» se detiene, como si no quisiera pensar en ese ahora que significa que mañana cierra la puerta, pero han cambiado mucho los tiempos. «Había varias partidas, jugaban al futbolín, la gente consumía. Venía un grupo de trabajadores y lo más normal era tomar café y una copa de coñac... o varias, y la faria. Hace que no vendo una copa de coñac o anís ni se sabe, ahí quedarán las botellas, de adorno. Antes la gente del pueblo salía, ahora no son ni la mitad y mucha gente mayor que pisa poco por estas iglesias».

- ¿Y losperegrinos?
- Tampoco es lo mismo. Antes paraban mucho más, ahora los ves que van al supermercado, compran las cervezas y las van a beber al albergue.
Y remata al análisis con una broma. «No me quieras convencer de que siga, que el negocio no da más de sí y las inspecciones te vienen las mismas que a un hotel de cuatro estrellas. Vienen a ver si tienes más metros de mostrador, más sillas, nuevas máquinas...

- ¿El apellido Argüello de dónde viene, yo soy de Los Argüellos?
- Este viene de aquí. Pero sí es cierto que entran muchos vascos y preguntan porque conocen gente que trabaja allí y que son de Los Argüellos.

Lo tiene muy claro Maxi, por más que Villadangos se quede con un solo bar. Y repite un argumento irrefutable: «Trabajar para perder dinero no parece muy sensato».

Pese a ello. A pesar de tenerlo tan claro, sabe que no va a ser fácil esta noche cerrar las trapas correderas, por última vez. Y Francisco sabe que no jugará con el perro mañana.
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