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¡Tú que vas a arreglar!

27/06/2022
 Actualizado a 27/06/2022
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El vídeo de la visita del presidente del Gobierno a la localidad zamorana de Otero de Bodas, uno de los municipios más afectados por el incendio en la Sierra de la Culebra, ha generado cierta repercusión mediática y se ha hecho viral en redes sociales –porque es complicado verlo en otros soportes informativos, dicho sea de paso– por la reacción de un vecino que logró a pesar de la multitud tener a Pedro Sánchez a un palmo de sus narices para decirle en pocas palabras y delicadamente lo que media España piensa. Pero calla o dice en voz baja.

Al presidente le sienta mal salir a la calle porque más allá de su particular edén creado a base de encuestas viciadas, de entrevistas edulcoradas por parte de amiguetes o de las fotos y los vídeos preparados para su particular documental, la realidad es bien distinta. Y una comarca ya de por sí maltratada y decadente que ha perdido una de sus mayores fuentes de ingresos por culpa del fuego ha de ser un territorio hostil para los que llegan a posar en la foto después de haber estado varios días en vilo mirando a las llamas. Es lógico.

Otro vídeo recoge los desprecios y las patadas al coche de Mañueco y compañía en una visita a la misma zona que ardió porque se ha convertido en una selva de la misma manera que ha pasado en los montes de muchas comarcas de nuestra provincia sin que nadie haya visto o querido ver que una vez más el problema de Castilla y León está en la despoblación, en el abandono del monte, en la expulsión de la gente de los pueblos y en que el terreno que hace cincuenta años era agrícola hoy es forestal. Y el problema del lobo, que ahí está.

Urge cambiar la Ley de Montes pero como tenemos un gobierno muy ecologista y lo verde es lo que manda en Europa, aunque si hablamos de quemar carbón ya hay matices y excepciones, a un territorio amplio, despoblado y con cinco millones de hectáreas forestales como es Castilla y León solo le queda ver cómo cada verano las llamas devoran un pedazo de superficie para que luego lleguen monigotes que al fin y al cabo cumplen órdenes de más arriba a decir que ya están ellos para arreglarlo. «¿Arreglarlo, tú?», como receló el zamorano.
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