24/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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La palabra ‘wanderlust’ tiene su origen en el idioma germánico y hace referencia a la pasión por viajar. Cierto es que tiene muchas más connotaciones como el rechazo hacia un modo de vida monótono o la desconexión con la rutina de forma hedonista, pero yo prefiero quedarme con la sencilla explicación de que es un «deseo por recorrer el mundo».

Hay muchas personas que tenemos ese espíritu ‘wanderlust’ o, como a mi me gusta traducirlo al castellano, trotamundos. A decir verdad, podría usar el término ‘dromomanía’ que, según recoge la RAE, significa «obsesión patológica por trasladarse de un lugar a otro», pero es innegable que da cierto mal rollo y queda mejor decir trotamundos.

Sea cual sea la nomenclatura que cada uno elija, lo importante es que quede claro el concepto de este afán por viajar que muchas personas tenemos. Si pudiera cuantificarse, diría que para la mayoría es infinitamente superior a la cantidad de ceros que tenemos en la cuenta corriente.

No voy a decir que el dinero no condiciona a la hora de viajar, pero sí sé que hay pequeñas escapadas a precio muy económico y que realmente merecen la pena. Está claro que, por desgracia (también llamada falta de ‘pasta’ y disponibilidad), estos lugares no son Bali, Sydney, Filipinas, Santa Mónica, Kenia o Sao Paulo, sino que son sitios mucho más cercanos.

Sé que no suena igual de exótico decir «me voy a Burgos» (con perdón a los burgaleses) que «me voy a Dubái», pero cada lugar tiene su esencia, sus costumbres y tradiciones o su cultura y hay que saber apreciarlas y disfrutarlas. Para mi, en eso también consiste ser un ‘wanderlust’.

Aunque no hace falta irse muy lejos para vivir grandes experiencias que te llenen, sí les pido que si tienen la posibilidad de conocer el mundo lo aprovechen y no hagan como una conocida que se fue diez días a un país caribeño para no salir del hotel y hacer, en palabras textuales, «turismo de sol y playa».

En definitiva, como no sé si les habré contagiado mi ‘alma de trotamundos’, para terminar de convencerles les dejo una máxima que hay sobre esta filosofía: «No viajamos para escapar de la vida, viajamos para que la vida no se nos escape».
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