29/09/2018
 Actualizado a 13/09/2019
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Permítanme de antemano la licencia de presentarme hoy ante ustedes como el clásico ‘papá orgulloso’. En mi casa es un día de alegría y fiesta, porque hoy sábado, Dimas cumple tres años.

Ayer me contaba la ‘#MadreEnApuros’ (quien vuelve mañana después de unas vacaciones invocando a las musas), que había leído en un tip (by Club de Malasmadres) que: «la gente que no tiene hijos, no sabe que vive de vacaciones». Y efectivamente no creo que se pueda expresar mejor. Aún recuerdo, allá a lo lejos como en otra vida, aquellas tardes de sofá, Ipad y macrosesiones de telefilms que acababan el lunes con dolor de espalda y en la camilla de Loreto. Noches interminables de sueño profundo y feliz, sin despertador, que finalizaban a la hora del vermú, maratones de partidos de fútbol… En resumen: ocio y mucho descanso. Pero aunque lo recuerdo con cierta añoranza ahora lo veo como un ocio ciertamente vacío, plano.

Ahora todo es diferente y a pesar de esos momentos de crisis, como cuando tras un largo día y las pilas casi sin batería ‘el ser’ recién duchado y con el pijama puesto se tira la cena por encima entre grandes sonrisas o cuando planeas un día de playa y te vomita el coche en el primer túnel de la autopista, y no les digo nada de la llamada operación ‘¡Fuera el pañal!’ esa en la que te ves en medio de un parque sólo y triste, observado por otros papás cabrones que comentan y disfrutan cuando tu criatura se queda clavado con las zapatillas en la arena, como el José Tomás del 99 en aquella beneficencia, mientras se agarra a las escaleras del tobogán, a la espera de que la naturaleza haga el resto, y tu impotente, sólo puedes desear con todas tu fuerzas que sea sólido.

Las costumbres cambian, antes cerrábamos los bares y ahora los abrimos, antes Cutty Shark y ahora café con churros. Valoras de verdad las horas libres, el día se estira mucho más y creo que hasta te humanizas un poco, el lagrimal se afloja y aunque no quieras acabas siendo más sensible.

Con esto que les he contado no quiero decir que la vida sea mejor ni peor con niños de por medio, simplemente intento transmitirles que es distinta, porque estoy convencido de que la vida no es otra cosa que un conjunto de etapas. En mi caso, aunque me cueste un mundo levantarme un sábado a las siete y media de la mañana, una vez tomado el café, aquello se borra y empieza un nuevo día del que la escaleta no está escrita ni medida, y si la cosa se nos tuerce, enseguida llega la madre de la criatura al rescate.
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