Secundino Llorente

¿Tienen derecho los padres a revisar los exámenes corregidos de sus hijos?

18/03/2021
 Actualizado a 18/03/2021
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Esta pregunta está relacionada con mi artículo de la semana pasada sobre ‘la hora semanal del horario dedicada a la atención de los padres de alumnos’. Los temas que pueden ser tratados entre profesores y padres en esa hora son muy variados: comportamiento, problemas, quejas, agradecimientos, trabajo, dificultades y un largo etcétera. Pero el problema más complicado y peliagudo es la revisión de los exámenes. Además, esta discusión está actualmente en el candelero del mundo de la educación. En algunas comunidades autónomas se han atrevido a coger el toro por los cuernos y legislar al efecto. No estamos pensando en la Educación Infantil y Primaria, y mucho menos en la Universidad. Nos centraremos en Educación Secundaria y Bachillerato.

En los años sesenta y setenta ni se nos pasaba por la imaginación que podíamos reclamar la nota de un examen. La decisión del profesor era sagrada e inamovible. Pero este tema ha ido cambiando lentamente hasta llegar a lo que tenemos hoy. No es necesario ir muy lejos. Ya en el siglo XXI yo he asistido a claustros en los que se trataba como un punto del orden del día «si los profesores podían escaquearse de recibir a los padres de sus alumnos», porque algunos se negaban a poner en su horario una hora de recepción de padres y, mucho menos, que esa hora fuera pública en el tablón de anuncios. Y entre los profesores, en general, había un rechazo, no sólo a entregar los exámenes de los alumnos a sus padres una vez corregidos, sino incluso a enseñárselos y hasta a darles explicaciones de las calificaciones otorgadas.

No nos estamos refiriendo a la posible reclamación de notas después de la evaluación final en junio o septiembre porque esto ya está regulado y con un protocolo que garantiza el derecho del alumnado a ser evaluado de acuerdo a criterios objetivos. Tanto el Ministerio de Educación como las comunidades autónomas, en sus órdenes de evaluación, han regulado los procesos de reclamación de calificaciones y los alumnos acompañados de sus padres tienen derecho a revisar con su profesor los exámenes corregidos. Si no llegan a un acuerdo, el tema pasa al departamento didáctico y, si continúan las discrepancias, la reclamación va a la Dirección Provincial de Educación, concretamente al Servicio de Inspección.

En este caso nos referimos a que, si estamos pidiendo a los padres que se involucren y sean complementarios en la formación de sus hijos, parece lógico permitirles que vean en qué han fallado sus hijos en sus exámenes para saber dónde hay que reforzarlos. No se está reclamando nada ni desconfiando del profesor, simplemente se busca la mejor manera de ayudar al alumno.

Tengo la sensación de que en los últimos años la tendencia está cambiando. Los profesores empiezan a tener asumido que deben enseñar, e incluso entregar los exámenes de los alumnos a sus padres cuando éstos se lo pidan, simplemente porque desean que se lo revise su profesor particular o un amigo ‘versado en la materia’. Yo he podido ver a muchos profesores que entregan el examen puntuado y corregido a sus alumnos para que los padres lo vean y se lo devuelvan firmado.

¿Qué quieren que yo les diga? Voy a mojarme en este tema. Alabo la actitud y profesionalidad de estos profesores. Estoy seguro de que realizan todo ese esfuerzo para ayudar a sus alumnos y para que los padres vean en lo que han fallado sus hijos y puedan ayudarles a superar sus calificaciones a base de repasos o refuerzos. Esto estimulará y comprometerá a los padres para que participen y colaboren en la formación de sus hijos. Estoy en total sintonía con estos profesores y pienso que, hasta aquí, todos deberíamos estar de acuerdo. Estamos acostumbrados a ver a las familias pedir un encuentro con el tutor y en esa cita analizan la evolución del alumno y, si es necesario, hablan con el profesor de una asignatura para revisar el examen juntos.

El problema se agudiza cuando un padre ve, por ejemplo, que el profesor de matemáticas le facilita todas las pruebas que realiza su hijo, pero el profesor de Lengua Española se niega a hacerlo incluso después del ruego y la solicitud. ¿Se puede obligar a ese profesor a mostrar el examen corregido a los padres? ¿Es procedente hacerlo? ¿Son las familias competentes para revisar los exámenes y cuestionar los criterios de evaluación? ¿Es peligroso darles una copia del examen? ¿Podrían hacer mal uso de la misma, fuera del centro? Son demasiadas las dudas y la desinformación en este tema es total. Los padres no saben si tienen este derecho y los profesores tampoco saben si tienen esa obligación. Y lo más importante, las familias, si no están seguras, no quieren correr el riesgo de enfrentarse a los profesores por si estos pudieran tomar represalias con sus hijos. Todos estos problemas se evitarían si los políticos se dedicasen, por fin, a trabajar en un pacto educativo que aclare todas estas dudas. Pero nuestros políticos están muy ocupados en sus cosas y muy lejos de las de los alumnos.

Coincido plenamente con Andrés Boix, profesor de Derecho Administrativo de la Universidad de Valencia: «Evaluar es un procedimiento administrativo. Y en él, cuando los alumnos son menores, los padres son también interesados y deben poder intervenir con las garantías clásicas de ese procedimiento. Los profesores se habían acostumbrado a que una parte de su actividad era una caja negra en la que la sociedad no veía qué pasaba dentro. Eso tiene riesgos y permite abusos. Que exista esta transparencia y oportunidad de control es positivo porque incentiva a los funcionarios a hacer las cosas con más cuidado». Perfecto resumen. Se puede decir más alto, pero no más claro.

La mayoría de las autonomías no han legislado nada en este tema, pero otras, como Valencia y Madrid, siguiendo las directrices del Síndic de Greuges y el Defensor del Pueblo, han aprobado y legislado que «los profesores están obligados a entregar copia de los exámenes corregidos de los alumnos a las familias que lo soliciten». Y yo puntualizo que estoy en total acuerdo con esta norma para que los padres conozcan los fallos de sus hijos en las pruebas y tengan la oportunidad de ayudarles y para que haya transparencia en el sistema educativo con el único fin de mejorar la formación de los alumnos. La claridad y nitidez en las correcciones de exámenes tenía que llegar y, gracias a Dios, ha venido para quedarse.
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