25/01/2021
 Actualizado a 25/01/2021
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¿Vivimos un tiempo fungible? ¿Somos consumidores vulnerables? ¿Es la nuestra una presencialidad adaptada, o adaptable? Preguntas para estos tiempos de pandemia para las que no tenemos respuestas claras. Algunos recurrirán a la hipotiposis (ese recurso literario usado en las series para describir la escena más vívida y patética) y otros, como el cronista, soltarán la carcajada: pero, en todo caso, habrá que leer el discurso del Sr. Biden, el anciano nuevo presidente de los USA, porque, aunque ramplón en apariencia, tal vez sea de más provecho de lo que pensamos. O a su poeta preferida, de 22 años de edad.

Tal vez no necesitamos nuevos ‘palabros’ sino nuevas realidades, aunque no novísimas. Nosotros, los ‘claraboyos’ en la década de los 60 postulábamos la poesía dialéctica; pero fuimos arrumbados por los Novísimos, («Fue allá en Montreux, rosetón de los ópalos lacustres») los cuales, a su vez, lo fueron (arrumbados) por los de la experiencia, que ahora mandan. Y ahora mismo aparece la joven Amanda Gorman, de 22 años, y, en la tribuna más importante del mundo, al lado del hombre más poderoso del mundo, nos asegura que «Siempre hay luz si somos lo suficientemente valientes para verlo, si somos los suficientemente valientes para encararla». Y añade: «Aunque la democracia puede ser periódicamente pisoteada, nunca puede ser permanentemente derrotada». Poesía pura.

Se ve que, como dice Margarit: «La verdad es de muy difícil acceso». Virgilio en su ‘Bucólica III’ le hace cantar a Dametas: «Mozos que andáis cogiendo las frescas flores del suelo, marchad de aquí y tened cuidado porque en la hierba fría se esconde la peligrosa culebra». Así que lo mejor será olvidar la hipotiposis del defenestrado presidente Sr. Trump, y agarrarse a este tiempo fungible en el que el anciano Jou Bidem, se rodea de poetas y cantores en su balcón. Hasta una exultante Jennifer López, hablando en castellano y pidiendo libertad.

La presencialidad adaptada siempre ha existido. Hace años se llamaba exilio. Unos en Cataluña, otros en Europa, y otros al otro lado del charco. Presentes en espíritu. Pero habitando donde habitara el olvido. Y nadie hablaba de los ópalos lacustres, sino de las pérdidas múltiples y de las mentiras. Como escribía Cernuda: «Como la arena, tierra, / como la arena misma, /la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira. / Tú sola quedas con el deseo / con este deseo que aparenta ser mío / y ni siquiera es mío, sino el deseo de todos». Hoy, en estos tiempos fungibles, buscaremos las enseñanzas de esta joven americana en su libro ‘La colina que escalamos’ aunque solo sea para olvidar.
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