Tendiendo puentes

La obra de Cristina Ibáñez ha pasado por una multiplicidad de etapas, pero en todas ellas queda patente esa exploración de la naturaleza, a la par que del lenguaje

Mercedes G. Rojo
01/12/2020
 Actualizado a 01/12/2020
Doble espiral petroglifos.
Doble espiral petroglifos.
«Las palabras (...) cuando se entonan como una oración elevan el pensamiento de quien las pronuncia en silencio»
(Cristina Ibáñez. Artista plástica)

Hoy nos acercamos a una artista plástica que formó parte de lo que en su día, al comienzo de los años ochenta, momento que la pilló en pleno proceso formativo, se dio en llamar el Colectivo de Jóvenes Artistas Plásticos de León. Comenzando su camino por el mundo del arte plástico en 1981, durante toda una década fue intercalando su residencia en León con distintas estancias formativas y artísticas en Barcelona (donde se licenciaría en Bella Artes por la especialidad de Pintura (1986), en la Universidad Central Pompeu Fabra). A ella volvería posteriormente para especializarse también en Restauración-Conservación (1991), doctorándose también en Humanidades. Hablamos de Cristina Ibáñez (León, 1962), de quien ahora hace un año pudimos ver en la sala de exposiciones del Albéitar una importante muestra individual que bajo el título de ‘Kami’ recogía un amplio recorrido por más de quince años de trabajo, estructurado en torno a diversas series que, según palabras de Luis García, «plantea un conjunto de investigaciones creativas y plásticas que abarcan casi quince años de trabajo intenso aplicando las técnicas más diversas y multidisciplinares: el dibujo, la pintura, la apropiación de objetos, la imagen, la fotografía, la instalación o el vídeo».

Ya desde sus inicios formándose en la materia, alterna dicha formación con el trabajo y la actividad expositiva que permite mostrar sus obras, en muchas ocasiones en muestras colectivas, tanto en León como en Cataluña, siendo sus obras seleccionadas dentro de diferentes premios de pintura. A la experiencia formativa y expositiva de Cataluña, une también la lograda en tierras alemanas, donde obtuvo otras experiencias profesionales y expositivas que ampliaron su bagaje.

Finalmente, en los años 90, vuelve definitivamente a León, ligada a la Escuela de Arte de León, donde actualmente es profesora de Artes Plásticas, mientras continua con su faceta como creadora y también como restauradora de Bienes Culturales, perteneciendo a la Asociación de Conservadores y Restauradores de Castilla y León.

Dos aspectos fundamentales han caracterizado desde siempre la obra de esta multidisciplinar artista: su interés por los lenguajes y las simbiosis establecidas entre ellos y el también manifestado por la experimentación con todo tipo de soportes y técnicas mixtas, aspectos que están presentes en muchas de sus obras, que en muchos casos se convierten en claras «instalaciones» que incluso pueden llegar a permitir la interacción con el público, como ocurrió con el mandala realizado con elementos naturales como piedras y ramas, que fue la aportación a la exposición colectiva 'Estratos Fracturados', con la que se inauguró expositivamente el Centro de Interpretación del Clima de La Vid de Gordón, en 2018. De este tipo de obras, de las que en 2019 pudimos disfrutar de un buen número a través de sus series ‘Mandalas en madera’, ‘Biomandalas y Mandalas’, dentro de ‘Kami’ (la amplia muestra que nos mostró un largo recorrido de su obra) Cristina Ibáñez ha contado en alguna ocasión: «Trato de reunir en ellas las materias que evocan vivencias comunes en el entorno rural. Mediante el uso de estas materias orgánicas y las propias del paisaje humano intento vincular el pasado con el presente…». También hablamos de profundas vinculaciones en la relación que en su obra pictórica establece entre la palabra y el signo gráfico, una relación que explora en diversas vertientes, a través de propuestas que se acercan a aspectos tan diversos como las imágenes prehistóricas o signos y escrituras de todo el mundo. En este sentido nuestra artista de hoy considera la palabra como el principal vehículo de comunicación de los seres humanos, y así ha expresado su parecer frente a dicha realidad, en algún momento: «Las palabras pueden contenerlo todo o estar vacías, pueden servir para unir o para enfrentar a las personas, pero cuando se entonan como una oración elevan el pensamiento de quien las pronuncia en silencio».En la obra de Cristina Ibáñez podemos encontrar, además y desde su primera etapa, la presencia de un diálogo artístico que nos muestra una profunda interrelación cultural entre oriente y occidente, hasta el punto de convertirla «en elemento estructural y al mismo tiempo transversal de su obra hasta la actualidad», que pasará del estudio inicial del lenguaje y el signo gráfico hasta involucrarse con «territorios de reflexión creativa como la naturaleza, la filosofía y religión oriental, utilizando diferentes medios para la conformación conceptual y formal de sus propuestas».

La obra de esta artista ha pasado por una multiplicidad de etapas, pero en todas ellas queda patente esa exploración de la naturaleza, a la par que del lenguaje, en piezas que continuamente buscan tender puentes entre Oriente y Occidente y que ella define como puentes «entre el oriente del alma y el occidente de la crítica», y que en no pocas ocasiones (según cuenta) encuentran su inspiración en la montaña de Valdeteja. De ella, en algún momento nos diría Marcelino Cuevas: «con su gestual iconografía de letras, grafías y petroglifos nos sujeta entrañablemente a la madre Tierra». Y con esta reflexión les dejo recomendándoles que busquen su obra y la disfruten.
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