También tienen casa los romanos

08/10/2019
 Actualizado a 08/10/2019
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Se repite una y mil veces la anécdota, cada vez que los clientes se acantonan en la barra del bar con poca cara de irse pese a lo avanzado de las horas, cuando el cantinero tira de viejas mañas del oficio y le comenta en voz alta al camarero, la parienta o al viento de poniente: «¿Esta gente no tendrá casa?».

Hay quien añade que en ese preciso momento fue cuando el ingenioso Pereira le dijo a su inseparable Úrsula aquello de «habrá que irse a la cama, que allí siempre hay algo que hacer». E Isidoro remachaba, «dormir, y si no duermes te levantas, pero ya en tu casa».

Viene la historia a cuento de que en las pasadas fiestas sanfroilaneras, que cada año gustan más al vecindario en detrimento de la rutina sanjuanera con sus fuegos artificiales, andaban por las calles y puestos personajes del más variado pelaje, sin ánimo de ofender: romanos, halcones, astures, artesanos, cantineros, morcilleras, carros, carretas, paisanos que conducen a las vacas, doncellas para entregar al malvado musulmán, abades enfrentados a munícipes por un quítame allá unos Ibis o como se llamaran entonces, cereros para que haya más cera que la que arde... y clientela diversa, que también tiene cara de mostrar pocas ganas de marchar, como si no tuvieran casa.

Y cuando ya lo han hecho, resulta que aquel romano con trazas de emperador, también tiene casa, por la Sobarriba o Vilarrodrigo, y regresa a ella caminando, con los pies desechos pero con la batalla ganada. Otra.
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