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Suspiro republicano

15/04/2021
 Actualizado a 15/04/2021
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Estos días republicanos y azules, como diría Machado, uno aprende que la historia se escribe callada y sin titulares. La malograda Segunda República española fue hace noventa años un anhelo de esperanza que acabó en suspiro de progreso. Y aquella república empezó a proclamarse en pequeños municipios y no en las grandes ciudades que tardaron algunas horas más en alzar la tricolor y estallar en algarabía. Ese medio rural al que siempre se ignora y que tantas veces termina siendo la vanguardia. De madrugada, a las seis, Eibar se declaró republicana. Hora y media después lo hizo Sahagún, en León, impulsado por el ímpetu de su alcalde. Sahagún antes que Madrid o Barcelona, antes que Alfonso XIII abandonara España, antes que se supiera si aquello era un cambio irreversible. Abrir caminos, salirse de las veredas, en eso consiste la valentía.

Aquel alcalde era Benito Pamparacuatro y fue ejemplo de cómo aquella república aspiró a todo y se quedo en casi nada. Fue asesinado en 1936 porque si hay algo que no se perdona nunca es la valentía, y aquí da igual los bandos. Sin embargo, Sahagún escondió otra historia mínima de las que hacen Historia. Por su precoz adhesión republicana recibió un diploma como «muy ejemplar ciudad» que cuando las cosas se torcieron la corporación escondió tras un retrato de Franco o de Primo de Rivera, depende de la versión. Lo magnífico es que ese cuadro presidió el salón consistorial durante la dictadura sin que los vencedores supieran que colgaban encamados en un puesto de honor con los vencidos en la cocorota. Una anécdota que tendría que haber relatado Chaves Nogales.

La Segunda República fue una oportunidad perdida de la larga lista de oportunidades perdidas que amontonan las bibliotecas de nuestro país. Pero fue, sobre todo, un fracaso más de la izquierda. Con sus eternas trifulcas confunde a los enemigos de la libertad hasta que es demasiado tarde y el fanatismo te apunta con su escopeta.
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