Susana Cámara: "La imagen del lúpulo está ligada a la memoria del territorio"

Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, investiga las formas y contenidos que pueden revelarse desde el territorio, partiendo de un interés por la plasticidad de su memoria

Bruno Marcos
12/11/2019
 Actualizado a 12/11/2019
La artista e investigadora Susana Cámara Leret.
La artista e investigadora Susana Cámara Leret.
Susana Cámara Leret lleva al Centro Internacional de Cultura Contemporánea Tabakalera de San Sebastián su trabajo de investigación artística en torno al cultivo del lúpulo en León, que permanecerá expuesto hasta el 1 de diciembre con el título de ‘Amargura, Ecologías del lúpulo’.

– ¿Cómo surge tu interés por abordar temas del sector primario desde la perspectiva de las artes plásticas?
– Me interesan los procesos de transformación como la agricultura que han modelado el territorio y su memoria. El cultivo del lúpulo actual, responde a una estrategia nacional, con raíces en los cambios de uso del suelo del secano al regadío de principios del s. XX, marcada por las exigencias de la industria cervecera. La mayor parte del lúpulo se importaba de países como Alemania pero a raíz de la segunda guerra mundial, esto se bloquea y comienza una campaña para incentivar su cultivo en España. En los años 50 por ejemplo, se crea la Sociedad Anónima Española para el Fomento del lúpulo que impulsa el cultivo en La Coruña, Santander, Asturias, Guipúzcoa y León, donde finalmente se concentra su producción. Quizás por ser un cultivo relativamente reciente, no se le ha dedicado mucha atención, sin embargo en otra época se le llegó a denominar el «oro verde», por el motor económico que supuso. Actualmente, cerca del 97% del lúpulo cultivado en España se produce en León en unas 500 hectáreas, frente a las cerca de 1.700 que se llegaron a cultivar. Su presencia en zonas como la ribera del Órbigo es fuerte, caracterizada por la altura de hasta 8m de sus plantaciones y las paredes vegetales que forma la planta. La mayor parte de ese material vegetal se desecha, conservando únicamente las flores femeninas por su lupulina, usada en la elaboración de la cerveza por sus propiedades; una mezcla de aceites esenciales y resinas de color ámbar, aroma especial y sabor amargo. Me interesó la amargura del lúpulo por su relación con el gusto, la bilis, el dolor, la esperanza y la tristeza de aquello que representó y representa la planta para quienes han convivido con ella. Sus imaginarios, abren otras vías para el diálogo sobre el bienestar de la cultura agraria y campesina, a través de una idea ecológica más amplia pero íntimamente ligada a sus «procesos digestivos».

– ¿Cómo encuentras un relato para desarrollar sobre este cultivo?
– Partiendo de las cualidades de la flor, entre el amargor y su relación con el sueño, al tener también propiedades narcolépticas. Esto facilitó una aproximación al cultivo del lúpulo desde la idea de la transgresión de la funcionalidad (del cuerpo), por ese juego de escalas y espacios que supone el sueño, como señala Didi Huberman, entre lo real y lo imaginario. Durante la recolección del lúpulo, se separa la flor del resto de la planta en una labor conocida como la «pela». Una tarea que, como muchas otras labores minuciosas del campo, era realizada mayoritariamente por mujeres y niños, los cuales entraban en contacto directo con la lupulina y sus efectos sedantes y relajantes. Me interesó acercarme al material vegetal como un «lugar-soporte del sueño», por su capacidad para transgredir la piel y la percepción del tiempo, relacionando la cultura agraria con un tiempo fuera del tiempo de la productividad industrial, donde se encuentran también otros saberes, cuidados y formas de hacer.

– ¿Qué metodología has empleado y en qué lugares has hecho el trabajo de campo?
– Una metodología inspirada en el archivo, revisando materiales relacionados con el pasado medicinal de la planta (farmacopeas medievales como la revisión del s.XVI de Pietro Andrea Gregorio Mattiolo de Materia Médica de Dioscórides y tratados de Farmacia del s. XIX de la Real Academia Nacional de Farmacia), así como materiales relacionados con la historia de su cultivo en España (folletos y fotografías del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación). Consultas que se compaginaron con historias «vivas y vividas», realizando grabaciones de los relatos de lupuleras y lupuleros de los pueblos de Gavilanes, Benavides y Carrizo de la Ribera. Realicé una documentación visual y sonora de plantaciones en León y Guipúzcoa, recopilando también materiales, muestras de plantas y objetos relacionados con el cultivo.

– ¿Qué conclusiones de tipo social y económico se desprenden de tu investigación, tanto del pasado como del presente y del futuro?
– Reforzó la necesidad de continuar la búsqueda –en algunos casos del fin– del rastro cultural de la planta. La flor, su imagen y su potencia creadora, han quedado reducidas a un logotipo de la industria cervecera. En León, muchos lupuleros y lupuleras desconocen el paradero final del material que cosechan. Cada vez queda menos gente dedicada a su cultivo y los más jóvenes no quieren continuarlo, una pérdida progresiva que se vuelve palpable en la anosmia generalizada de su paisaje industrializado; antiguamente, contaban, los pueblos de la zona se inundaban del olor de lúpulo durante la cosecha, con el desfile constante de carros que transportaban las flores a las fábricas. Frente a este escenario, contrastan iniciativas como Euskal lúpulo en Guipúzcoa, que está creando una red de cultivo de lúpulo en ecológico, trabajando con distintos caseríos a modo de cooperativa y conciliando distintas formas de hacer al recuperar tradiciones ya perdidas, como está haciendo también Egoitz Zapiain al elaborar sidra con lúpulo. La amargura, por lo tanto, facilita un diálogo sobre la ‘cultura de cultivo’ del lúpulo para plantear su ‘cultivo como cultura’ y así poder saborear, diferenciar y pensar sobre los mecanismos que operan en los distintos procesos de colonización del gusto y su relación directa con el sector primario.

– ¿Qué tipos de materiales hay en la exposición?
– La exposición presenta reproducciones de distintos materiales de archivo relacionados con la historia de la planta, desde farmacopeas y tratados de farmacia hasta folletos, publicaciones, un vídeo y fotografías documentales de la implantación de su cultivo en España. Estos se complementan con una serie de fotografías del Archivo de la Fundación Zuloaga relacionadas con unos cuadros sobre un grupo de mujeres que comerciaban con hierbas medicinales, así como un extracto de un tratado alquímico que referencia el trabajo de la mujer y que, junto al resto de materiales, propone un cruce de narrativas entre la magia y la industria. «La magia mata a la industria» afirmó Francis Bacon por su rechazo del trabajo y, de la misma manera, la industria mata a la magia; tensiones que conforman la historia de la planta.
En sala, la instalación referencia un patrón en «tresbolillo», uno de los sistemas usados para estructurar las plantaciones, como muestra un diagrama expuesto también del folleto Normas de Cultivo de la SAE para el Fomento del lúpulo. Realizada con el apoyo de IM Estudioa, la instalación se divide en dos partes bicéfalas, de paredes y estructuras dispuestas en torno a dos altavoces enfrentados, que reproducen la pieza sonora ‘Geofonías del lúpulo’, producida en la ribera del órbigo con lupuleras y lupuleros locales y realizada con el apoyo de Rafael Martínez del Pozo. Esta pieza se inspira en el concepto de diafonía propuesto por José Val del Omar, basada en la oposición de los sonidos en el cruce perpendicular del eje que atraviesa los oídos del espectador, como contrapunto psíquico y de diálogo. Así se suceden los sonidos del paisaje industrializado del cultivo del lúpulo frente a las vivencias cantadas y narradas de cuatro lupuleras del pueblo de Gavilanes, en la Ribera del Órbigo, que pelan lúpulo a mano.
Los sonidos se entrecruzan con unas piezas de la serie ‘Oro Verde’, compuesta por rollos de papel. Estas remiten a las paredes vegetales de las plantaciones de lúpulo y al material vegetal como «motivo» decorativo de la industria, en un guiño al papel pintado de pared, sacado en este caso de las paredes al centro de la sala. Han sido producidas usando técnicas de la impresión de etiquetas como la termoimpresión (hoy stamping) o el repujado (emboss), sobre papeles adhesivos de terciopelo, reclamando esa tensión entre la imagen de la planta y su logotipo.

– ¿Qué instituciones han estado implicadas en el proyecto?
– El proyecto ha sido desarrollado dentro del programa de investigación artística Residencia en la Tierra, impulsado por Tabakalera: Centro Internacional de Cultura Contemporánea y la Fundación Cristina Enea, ubicadas ambas en San Sebastián. Han colaborado en su realización la Sociedad Agraria Transformadora Lúpulos de León, facilitando el acceso a las plantaciones y las/os lupuleras/os de la zona de la Ribera del Órbigo en León, así como Euskal Lúpulo. Para la producción de la obra, conté con el apoyo de empresas como Avery Dennison, líder en la industria de los adhesivos sensibles y ETINSA, imprenta ubicada en Valladolid especializada en la fabricación de etiquetas autoadhesivas. Las bibliotecas del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, de la Real Academia Nacional de Farmacia, así como del Archivo de la Fundación Zuloaga facilitaron a su vez el acceso a sus archivos durante todo el proceso.

– ¿Qué descubrimientos hiciste respecto al pintor Zuloaga?
– El papel de la mujer en la elaboración de la cerveza y en el cultivo del lúpulo es poco conocido. Investigadoras como Silvia Federici reclaman la expropiación a las mujeres de ese patrimonio de saber empírico sobre las hierbas y sus principios curativos, por ejemplo a través del desplazamiento de figuras como la bruja y la curandera de pueblo por el doctor. En España grupos de mujeres como las Ansotanas (del valle de Ansó, Huesca) continuaron comerciando con hierbas hasta principios del s.XX, siendo retratadas por sus trajes tradicionales por pintores como Zuloaga. Buscando imágenes de estos retratos durante mi estancia en Donostia, contacté con el Archivo de la Fundación Zuloaga con sede en Zumaia. Con el apoyo de la Dra Leticia Bermejo de Rueda, comprobamos que Zuloaga pintó un cuadro titulado ‘Ansotanas’, expuesto en la Exposición Internacional de Dresde de 1901 bajo el título ‘Theeverkäuferinnen in den Pyrenäen’ (‘Las vendedoras de té en los Pirineos’), hoy día en paradero desconocido. Buscando alguna imagen del cuadro, encontramos una fotografía del estudio de Zuloaga en Madrid, con un segundo cuadro que realizó sobre el mismo asunto titulado ‘La bruja de Ansoa’, expuesto en Praga entre finales de 1904 y principios de 1905, también en paradero desconocido. Se piensa que la protagonista podría haber sido su anfitriona durante los cuarenta días que residió en Ansó, según el catálogo publicado con motivo de la exposición celebrada en 1909 en The Hispanic Society of America de Nueva York. Durante la búsqueda aparecieron una serie de fotografías documentales del Valle de Ansó tomadas por Zuloaga, donde figuran varias Ansotanas realizando distintas labores. Rastros de su imagen, entre cuadros que no aparecen, que remiten a la pérdida de saberes que no fueron ni estarán nunca escritos.

– ¿Qué conexiones se han puesto de relieve entre territorio, paisaje, memoria y ecología?
– Antes de comenzar las entrevistas en la ribera del Órbigo me dijeron «donde hay cultivo, no la encontrarás». Esa frase se me quedó grabada, me hizo pensar en las relaciones que se producen a partir de lo que desaparece (y aparece), del ‘ser-en-negativo’ del lúpulo y su imagen. Walter Benjamin observó que hay vida en las imágenes y sin imagen no hay memoria. La imagen del lúpulo está ligada a la memoria del territorio, de la cultura agraria, pero se desvanece su cuerpo. Se trata de buscarlo en los gestos, formas, estéticas y poéticas supervivientes. Cuando por fin pude comenzar con las entrevistas me dijeron «está en el ánimo de cualquier persona de toda la ribera el hablar de lúpulo». Pienso que hablar y cantar sobre lúpulo tiene mucho que ver con su paisaje, su memoria y ecología porque, como contaba Bifo Berardi, cuando hablamos estamos produciendo futuro.

– ¿Tendrá continuidad el proyecto después de la exposición en San Sebastián?
– Me gustaría que fuera el caso, creo que es un proyecto que tiene aún bastante recorrido. De momento recibí una Ayuda a la Creación en Artes Visuales de la Comunidad de Madrid para continuar con la producción del proyecto. Espero que investigaciones como esta, desde el arte, así como otras que incidan en la puesta en valor del territorio a través de aspectos tan simbólicos, connotados y significativos, despierten el suficiente interés para Administraciones regionales, locales u organismos como la Diputación de León.
Archivado en
Lo más leído