Suena el despertador

La Nueva Crónica continúa este serial sobre los ganadores del II Concurso ‘Relatos para Josefina, 2020’ con este relato inspirado en los personajes de ‘La casa gris’ de Josefina Aldecoa

Valentina Ramírez González
31/05/2020
 Actualizado a 01/06/2020
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Lunes, siete de la mañana. Suena el despertador, es hora de volver a la rutina. Mi marido, malhumorado como siempre, hace que la mañana empiece con un grito; estoy acostumbrada, es su carácter. Despierto a mis dos hijos quienes con sus sonrisas hacen que me evada de esta pesadilla que vivo cada día. Cuando por fin los niños están en el colegio y mi marido fuera de estas cuatro paredes, cojo un pequeño libro que tengo escondido debajo de la cama. Os preguntaréis por qué lo tengo escondido. Él dice que leer es una tontería, que te llena la cabeza de ilusiones; y coincido con él, me llena de ilusiones. Cada vez que tengo el libro en mis manos (se titula La casa gris, de Josefina Aldecoa) me alejo de esta vida que me ha tocado vivir. Suspiro, y se me escapa una sonrisa, y me evado por completo en un corto viaje, pero intenso. La protagonista, Teresa: mujer, universitaria, con una vida por delante; su humor, sus amigas; siento celos de ella, de un personaje ficticio, que vive la vida que yo siempre quise vivir.

Conocí a Carlos cuando tenía 16 años; tuvimos una relación de dos años, hasta que decidimos casarnos ya que esperábamos nuestro primer hijo el cual llegó un poco pronto. Él me cuidaba, me decía que mi lugar era estar en casa, cuidar de ella, de él y de nuestros hijos. Pobre ilusa, cómo me lo creí, cómo he tirado mi vida a la basura. Pienso muchas veces, por qué no seguí el consejo de mis amigas y mi familia: «Marta, estudia; dedícate al periodismo, lo llevas dentro». Ojalá alguien me hubiese dicho que mi única vía de escape es leer un pequeño libro sobre una muchacha que conoce el mundo, que habla con otras mujeres, aprende de cultura, de lo que hay allí fuera, de la libertad; la libertad que mi alma desea, y que no conseguiré.

Lunes, 3 de la tarde. Llega él, con mis hijos, y yo me he evadido tanto junto a Teresa que no escucho la puerta abrirse. Noto su presencia cuando de un golpe tira mi preciado libro al suelo. «¿Qué es esto?» me grita. «Tu deber es hacernos la comida, no leer tonterías», una bofetada golpea mi rostro. Asiento y hago lo que me obliga a hacer, es mi deber, y lo lleva siendo 10 años.

Cuando él decide echarse la siesta, con cuidado, vuelvo a evadirme junto a esas mujeres que rebosan cultura; y sonrío y soy feliz por un pequeño momento. Su autora, como dije anteriormente, también era una mujer revolucionaria, libre, una mujer que decide sobre ella misma. Casualmente, leo una cita de ella, que parece llegar a mí por obra y gracia; dice: «No hay que tener miedo al cambio, sino buscarlo. Porque cambiar es detenerse en el camino y subirse a un alto para ver lo que va siendo nuestra vida, en que se parece a lo que nos gustaría que fuese». Una lágrima cae por mi pálido rostro.

Lunes nueve de la noche, hora de cenar. He tenido un día alegre, he de admitirlo, y la felicidad para mí no suele durar mucho. Carlos dice que no le gusta la comida que he preparado, y me echa la culpa; dice que siempre tengo la culpa de todo lo que le pasa y me da el primer golpe. No siento nada. Segundo golpe. Escucho a mis hijos gritar. Tercer golpe, la frase de Josefina se repite en bucle en mi cabeza, una y otra vez, una y otra vez; necesito un cambio. Fuera de aquí. Se terminó el miedo. Salgo a buscar mi vida, junto a mis hijos y fuera de él.

Lunes doce de la noche, cojo el teléfono a escondidas y pienso: «Gracias Josefina, gracias Teresa, gracias compañeras de Teresa». Una voz femenina coge el teléfono, las lágrimas empiezan a caer por mi rostro, pero esta vez de felicidad: «Por favor, sáquenme de aquí, estoy siendo maltratada».

Valentina Ramírez González tiene de 20 años, (Villaquilambre), cursa 2º de Bachillerato en el IES Giner de los Ríos yganó el segundo premio en la Categoría B (Bachillerato y Formación Profesional).

El ilustrador


Marcelo O. Barrientos Tettamanti (MOBT) es un fotógrafo leonés de origen argentino muy conocido en el panorama artístico y cultural por su seguimiento de gran parte de los actos que acontecen en la ciudad. Gran apasionado de la fotografía, ha recibido varios premios en certámenes diversos y realizado diversas exposiciones, algunas de ellas individuales, en otras ha colaborado junto a otros fotógrafos y artistas de otras disciplinas. Es la segunda vez que colabora con este concurso.
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