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Sonrisas y lágrimas

01/03/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Pasear con el perro todas las mañanas es lo que tiene. Por mucho que te empeñes en caminar con la cabeza puesta en tus cosas, el contacto con la realidad resulta inevitable . El aire frío y cortante se encarga de destemplarte el cuerpo y ponerlo en consonancia con una ciudad de gris presente y negro futuro (salvo inesperado milagro). Y luego están las caras conocidas, esas que te cruzas casi a diario cuando la hora de salida que te marca la mascota es siempre la misma.

Es muy posible que mañana lunes me tope con él. Y estará cabreado, como es habitual. Argumentos no le faltan. Este leonés de pura cepa, honrado y trabajador, tiene a su cargo uno de los establecimientos de más solera y arraigo en esta ciudad. La crisis le golpea y él resiste. No son precisamente las apreturas económicas las que perturban su paz. Si antes era el deporte leonés el motivo de conversación entre él y un servidor, en nuestros últimos encuentros ha sido imposible sacarle otra cosa que no fueran improperios hacia nuestra clase política. Bueno, qué puñetas, para qué vamos a maquillar el asunto. Sus dardos envenenados suelen ir dirigidos al señor Antonio Silván, todavía consejero de Fomento y Medio Ambiente de la Junta y persona non grata para mi sufrido vecino. A él le reprocha que en los últimos años León haya visto aumentada su precariedad y desventaja respecto a zonas tan prósperas como Valladolid. El último agravio que me apuntaba hace un par de días (mientras Rocky le olisqueaba los zapatos con su habitual curiosidad) es el de la plataforma logística de Torneros, otra promesa fulminada que ya engrosa la larga lista de tesoros perdidos (o robados, como usted prefiera) en esta provincia. Adiós a 3.000 empleos. Y lo peor de todo, según mi contertulio mañanero, es que Silván es leonés. «¡Es de León y no es capaz de luchar por conseguir cosas para su tierra!», repite con vehemencia, elevando el tono y añadiendo algún que otro «cariñoso» calificativo para don Antonio. «¡Y luego se ríe!», dice en alusión a la sempiterna sonrisa que luce el consejero en cualquier circunstancia, como si fuera incapaz de olvidar el último chiste que le han contado. «¡¡Pero de qué se ríe!!», brama mi querido indignado buscando una respuesta que yo no tengo.

Ahora que el señor Silván acaba de ser nombrado candidato a la alcaldía de León por el PP, temo por la salud arterial del protagonista de esta columna. Por la suya y por la de tantos leoneses decepcionados. Porque mientras unos ríen, otros lloran.
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