14/09/2020
 Actualizado a 14/09/2020
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La amenaza de instalación de molinos eólicos en nuestra montaña leonesa, en los altos valles del Porma, el Bernesga y el Torío, viene a confirmar que seguimos siendo mina. Antes de carbón y de agua, y ahora de viento. Cierran unas y abren otras, a tenor del gusto de los tiempos. Surtimos de energía al resto de la comunidad a cambio de nada, de despoblación y hastío. Hemos ido dando vidas y haciendas, recuerdos y sentimientos, para que aquellos que tenían en su mano corresponder con algo más que buenas palabras, se fueran haciendo a un lado y llamándose andana a medida que pasaba el tiempo.

No hay vuelta atrás. Nos han tomado por el pito del sereno. Cuando nos opusimos al tendido eléctrico fue la única vez que nos salimos con la nuestra. Esperemos que ahora nuestra gente reaccione como entonces y se oponga con todas sus fuerzas a soportar este nuevo embate. Es una aberración destruir un paisaje tan singular y hacerlo ‘a lo tonto’, pues viento hay en todas partes y existen zonas con un muy escaso valor paisajístico en las que también sopla, y fuerte.

Y si no, que soplen ellos, incluyendo a muchos de los nuestros, porque la ciudadanía (como se dice ahora) montañesa, ya no está dispuesta a continuar siendo expoliada sin remedio. O ahogada en sus propias aguas que, de alegres, frescas, saltarinas y saludables, se las han trocado en vómitos. Agua y carbón. Carbón y agua. Ya solo nos falta que nos lleven también el viento. Las flores del viento. Aquellas humildísimas punsatillas que alfombran los pocos sueños que nos quedan. Déjense de cuentos y absténganse atentar contra lo poco que nos queda. Nuestra vida no está en venta. Váyanse o devuélvannos a todos los que se tuvieron que marchar en busca de sustento. Los necesitamos a todos para el entierro. Que se vayan solo los que, por su propia voluntad, quieran hacerlo.

Para esto no hacía falta habernos declarado reservas de la biosfera. Para eso no hacía falta habernos metido en el mismo cesto que otras zonas que nos desprecian. ¿Para qué necesitaban las gallinas un zorro en el gallinero? Fuimos mina y dimos muchas vidas para que otros vivieran. Fuimos río y dimos nuestras aguas para calmar su sed a otros. Y si ahora fuéramos viento, ya no querríamos hacer girar los largos brazos para alargar el tiempo de otros que nos ignoran. ¿A santo de qué tendríamos que ser nosotros siempre los paganos de las copas que se beben quienes nos desprecian? Somos mina; no cielo. No volteamos los brazos. Somos gigantes. Pero no hacemos aspavientos.

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