Sin palabras

28/02/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Estoy sin palabras. Perplejo. Anonadado. Es normal en la Liga Adelante poder perder con cualquiera. Es una liga igualada y siempre hay sopresas. También lo es tener un mal día. Tienes un día malo, palmas con estrépito y te lames las heridas y a otra cosa. Pero lo de ayer no me dio la impresión de ser nada de eso. Es normal, en los cambios de entrenador que haya desajustes tácticos, errores generados porque instaurar un nuevo sistema, sobretodo si es diametralmente opuesto al anterior, no se hace de la noche a la mañana. Lleva un tiempo. Pero una cosa es que haya desajustes y otra es que no haya ni siquiera ajustes.

Lo que se vio ayer en San Mamés fue un equipo perdido, sin rumbo. Un equipo que no sabía si ir hacia delante o hacia atrás, un equipo que se quedó agazapado intentando defender, sin presionar, sin robar un balón, sin hacer ni una miserable falta y dejando campar a sus anchas al colista de la liga, que se dio una sesión de baño, masaje, manicura, pedicura y final feliz. Que si hubiera justicia en el fútbol, y mi teoría de que no la hay queda reflejada en este partido, el marcador final hubiera sido de escarnio. De 7-0 para arriba.

No esperaba un milagro de Fabri en la primera semana. Pero esperaba algo más. Esperaba ver más actitud por parte de los jugadores, más contundencia, algo de orden, alguna idea, pero no se vio nada de eso. Ver la pasividad de algunos, que por otra parte bien larga han tenido la lengua cuando no jugaban, y verlos deambular por el campo no hace más que encenderme la sangre. Y demostrarme algunas cosas, como el por qué no jugaban. Aparte de porque su nivel ayer no llegó ni siquiera a pésimo.

Si ayer la Deportiva marcó dos goles no fue más que por obra y gracia del Espíritu Santo. Nos bajó Dios a ver, que diría aquél. Porque por juego, no lo merció. De lo poco bueno del partido de ayer es que ya sólo se puede ir hacia arriba, porque si pensábamos que ya se había tocado fondo, ayer se demostró que no, que todavía quedaba espacio bajo nuestros pies para caer más. Y no estoy del todo seguro de que hayamos hecho ya pie.

Alguien me dijo ayer mientras se disputaba el partido -por llamarlo de alguna forma- que «hay que perder queriendo ganar. Pero perder no queriendo nada, eso no es tolerable». Ayer se perdió sin querer nada, no sólo eso es que pareció que queríamos que nos ganaran. Ayer el Bilbao Athletic, colista, con 6 puntos sobre 42 posibles, 14 goles a favor en 27 jornadas parecía el Bayern de Munich.

Sólo se vio algo de sangre en un Hume que al ser cambiado maldecía por todo. A muchos de los demás pareció que les dio igual, y amigos, si a ellos les da igual, estamos muy pero que muy apañados.

Si algunos se olvidaron de por qué jugaba Adán, ayer lo tuvieron que recordar. Si se olvidaron de por qué jugaba Pavón, también. Y aunque me duela decirlo, si se olvidaron de por qué jugaba Santamaría. El míster ha pedido el apoyo del Toralín. Yo se lo daré la semana que viene, el cabreo habrá pasado y el partido de hoy parecerá un mal sueño. Pero el margen es reducido, no por nada, sino porque en las próximas tres jornadas hay dos partidos vitales y los progresos ya se tienen que ir viendo. Y cuanto antes sea, mejor.
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