Si yo no trabajo, tú no comes

19/03/2020
 Actualizado a 19/03/2020
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En mitad de la ninguna parte de la desolación que son las calles emergen realidades que nos sorprenden.

La gente mira para el Parlamento y no entiende que no se insulten como de costumbre. «Si saber saben, el problema es que no pronuncian» dice el vecino que vive en el ‘wasaap’ de al lado y es amigo de sentencias.

Los lugareños miraban detrás de los visillos de las ventanas y al ver los regresos inesperados sonreían musitando aquello de «a ver si va a ser verdad que todo el mundo añora la paz de los pueblos, la tranquilidad de las calles, los horizontes de los amaneceres».

Y al ver cada día la mínima actividad imprescindible, al ver pasar los tractores con unas pacas de hierba para las vacas –como cuando se las llevan en mitad de las nevadash recuerdas la última manifestación de agricultores y ganaderos por el centro de la capital detrás de una pancarta que decía «si yo no trabajo, tú no comes».

Y resulta que era verdad, que no hay carne artificial aunque lo parezca, que las abejas no llevan directamente la miel a la Granja San Francisco, que los gochos tienen muy buenos andares pero hay que darles de comer para que hagan jamón, que el que quiere peces tiene que mojar el culo.

Aplausos bien merecidos los hay, claro que sí, pero olvidar a esta gente es confirmar que tenían razón aquel día que llevaron el tractor a Ordoño.
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