Por la mañana, bien temprano que hay muchos equipos y pocos campos, ya han jugado su partido alevín o infantil... Con una helada terrible, con nieve y frío, pero ni se les pasa por la cabeza no jugar pues en ese partido, como en todos, tienen puestos todos sus sueños.
Han desayunado soñando el gol que van a meter por la escuadra o el balón imposible que van a parar después de un vuelo de palo a palo. No importa si después lo meten o lo paran, si lo logran te lo contarán una y mil veces, hasta que metan el siguiente, si no lo meten mantendrán abierto el sueño, hasta que sea una realidad.
Es la ventaja que tiene pagarles en sueños, que no caducan, que no pasan frío, que no se encogen con la nieve.
Y ahora, ya por la tarde, miran desde la banda, siguen los partidos «de los mayores» y en cada ocasión perdida repiten «si llego a estar yo la habría colado por la escuadra».
Es lo que tiene vivir de los sueños.
Pero la realidad no es la que ellos sueñan. Aquello va de polémica en polémica, de espectadores que insisten en pedir el VAR sabedores de que no lo hay, algún entrenador que insulta mejor que lleva a un grupo, barro en el campo y en el alma...
El secreto está en seguir pagando en sueños, pero no parece posible.
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