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Sí es país para viejos

26/03/2020
 Actualizado a 26/03/2020
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Un viejo me dijo una vez: «la cabeza es muy puta». Creo que aquel paisano quería expresar que pensar demasiado suele destruir la felicidad, aliarse con la procrastinación y distorsionar la realidad. Los viejos son así, su experiencia resume en cinco palabras un consejo que no aparece ni en cientos de ensayos filosóficos.

En las últimas semanas hemos pensado más que de costumbre y no es nada comparado con lo que lo haremos en las siguientes. No hay horas de cuarentena para entender esta teoría del caos en la que el batir de las alas de un murciélago en un tal Wuhan, de la otra esquina del mundo, provoca que hasta el último vecino del pueblo más recóndito de León no pueda salir de casa. Tampoco para asimilar el repentino giro hacia la preocupación por el prójimo. Salvo contadas excepciones, la solidaridad es generalizada desde los Idus de marzo y el mensaje de quedarse en casa está calando. El que no debe hacerlo es ese otro que asoma para sugerir que no es país para viejos.

El bálsamo colectivo de que el Covid-19 es un peligro casi exclusivo para la tercera edad es tan erróneo como injusto. Placebos o no, los mensajes tranquilizadores también deben llegar a nuestros mayores. Ellos sufren los confinamientos más solitarios, los miedos más intensos y las estadísticas más demoledoras. A ellos es a quienes más hay que proteger, primero quedándonos en casa y luego con un tacto a la altura de las circunstancias. Nuestros mayores siempre nos hablaron de la falta que teníamos de pasar una guerra y con el coronavirus tal vez haya llegado. Jugamos con la ventaja de no tener que dividirnos entre rojos o azules y con el deber histórico de aprovecharlo.

A la gran mayoría de los abuelos les quedan cientos de obras que mirar y miles de partidas de tute por echar. Casi todas las abuelas hornearán aún incontables roscas de anís y compartirán mil y una noches de cuentos con sus nietos. Sobre todo, ellos y ellas tienen todavía infinidad de consejos por repartir. Son ancianos sí, pero con mucha vida dentro del estado del bienestar que ellos mismos construyeron y que solo ahora comenzamos a valorar. Nunca podremos pagar la deuda que tenemos con su sudor, pero sí conseguir que este país pueda ser también para viejos.
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