08/11/2019
 Actualizado a 08/11/2019
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Si les digo la verdad no tenía pensado hablar otra vez de elecciones, pero la actualidad obliga y teniendo la oportunidad de poderme asomar a este púlpito el día antes de la jornada de reflexión, no tengo más opción que volver a hablar de los comicios.

El escenario es endiablado y los porcentajes son tan justos, que es prácticamente imposible traducir esa intención de voto en escaños. Lo que parece claro es que la gobernabilidad va a ser aún más complicada y me temo que debamos tener que volver a ir a votar en mayo.

Esto me hace pensar en la idoneidad de alguno de los candidatos en los distintos ámbitos electorales.

Es curioso ver cómo ciertos políticos se creen imprescindibles y repiten una y otra vez en distintos comicios como si fuesen los más válidos de la sociedad. Como si su currículo y sus méritos les legitimasen para intentar estar siempre en el candelero y liderar la senda de nuestros destinos hacia la prosperidad.

En la empresa privada, el valor del capital humano viene dado por los méritos. Si logras unos buenos números para la cuenta de resultados, promocionas y si no, en el mejor de los casos te quedas como estás y en el peor, te hacen ‘la cuenta’ y te enseñan dónde está la salida.

Pero en la política no es así. La política se mueve por otros intereses distintos a los de la sociedad, por eso quizá estemos asistiendo a la desafección del ciudadano hacia los partidos políticos y la seducción que sienten muchos votantes por aquellos que parecen que se salen de la norma y resultan incómodos al ‘establishment’ y a lo políticamente correcto.

El problema es salir de ese círculo vicioso en el que, personas preparadas que sienten la inquietud de servir a la ciudadanía y aportar su esfuerzo y conocimientos en un cargo público, son cada vez menos y el propio sistema político les expulsa, con lo que cada vez nuestros representantes tenderán a ser más mediocres y menos preparados (salvo honorables excepciones). Echen un vistazo al nivel de alguno de los huéspedes actuales del Congreso y del Senado (portavoces incluidos) y compárenlo con el nivel de los de hace 30 años.

Solo espero que cada candidato se tome el resultado electoral como un plebiscito personal y si, tras hacernos ir a votar 6 meses después de las últimas elecciones (las cuartas en 4 años) sacan menos apoyos, se vayan para su casa y dejen paso, aunque lo vean injusto tras creerse la nueva esperanza del mundo libre.

Si el problema es el coche oficial y el ser por ser o por estar, no se preocupen, por salir de ésta, los españoles estaremos encantados de ponerles a escote un vehículo con chófer y lunas tintadas para que vayan a buscar un empleo.
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