Senos turgentes y golpe de Estado

Por José Javier Carrasco

José Javier Carrasco
15/03/2022
 Actualizado a 15/03/2022
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A la hora de escribir una historia de la prensa puede hacerse de diferentes maneras, agrupar por orden cronológico una serie de publicaciones y enumerar sus características formales y contenidos; intentar estudiar la ideología que defienden; tratar de establecer el papel que cumplen en el entramado de intereses económicos de una sociedad dada; o una suma de todo. ‘La historia de la prensa de León’ de José Antonio Carro Celada, de 1984, única historia de la prensa en León con un afán totalizador, aborda el fenómeno desde los dos primeros enfoques posibles, orillando el tercero. Algo común en la mayor parte de las historias de la prensa que se escriben. Con el siglo XIX nace la prensa política en nuestro país gracias a la implantación de la libertad de prensa en las Cortes de Cádiz. A partir de ahí, con la separación entre diputados liberales y serviles, arranca la dicotomía entre la prensa conservadora y progresista según defiendan los intereses de unos u otros, que a lo largo del siglo adoptarán distintos nombres: liberales, moderados, progresistas, conservadores, republicanos, monárquicos... Esa división derivará en otra con la llegada de la II República, la de periódicos de derechas y periódicos de izquierdas.

‘La Democracia’ y ‘El Diario de León’, surgidos con cuatro años de diferencia, anticlerical y republicano en su nacimiento el primero, y católico y monárquico el segundo, son el claro exponente de una sociedad donde se ahonda la división ideológica, porque sus diferentes partes se han vuelto excluyentes. La llegada de la II República supone para ‘La Democracia’ el triunfo de sus ideas (su director, Miguel Castaño, resulta elegido alcalde), y para ‘El Diario de León’ la aceptación a regañadientes de la derrota, que pronto derivará hacia un creciente inconformismo; es decir, la decantación por opciones ideológicas cada vez más enfrentadas. En 1936 se produce un nuevo vuelco. Los talleres de ‘La Democracia’ son confiscados para la publicación del diario ‘Proa’, órgano de Falange Española. El final de la guerra civil arrastra la desaparición de la dicotomía durante treinta y nueve años.

Entre una de tantas tareas malogradas emprendidas por mí, figura la de realizar un trabajo sobre ‘La Democracia’ en su último año. Repasando las notas redactadas encuentro una titulada ‘Calma solo aparente’. En ella me refiero a la preocupación de la publicación en el mes de junio, por las señales de lo que parecían los preparativos de un inminente golpe de Estado; noticias como los levantamientos de Écija o Yeste apuntaban en esa dirección. Nada no conocido. Sin embargo, lo que me llama especialmente la atención es mi alusión al tipo de publicidad, abundante, de la publicación, a los anuncios reiterativos de bebidas alcohólicas o a la posibilidad de conseguir unos senos turgentes sin necesidad de recurrir a la cirugía. Que de sus ocho páginas dedicase dos a publicidad de ese tipo me sorprendía por lo contradictorio con los acontecimientos que se vivían. Hoy resultan notas delatoras de esa cotidianeidad desapercibida que viaja en paralelo a la gran historia.
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